El Ritmo del orgasmo
Voy a cumplir diecinueve años, me llamo Jorge y estudio en una academia. Mi gran aventura se inició una mañana, cerca de las doce. Hacía calor cuando entré en el aula de inglés. Al poco tiempo, me di cuenta de que todos mis compañeros habían decidido faltar a clase. Me senté bastante preocupado.
Hasta que Catherin, la profesora, apareció por la puerta. Era una mujer joven, bien formada, y con unos pechos bonitos y sensuales, que, dada la temperatura reinante, asomaban bastante por su generoso escote. Ella me dedicó una mirada amable, y me preguntó si los demás pensaban asistir a clase. Yo le respondí que no lo sabía, pero que imaginaba que ya era difícil que viniera alguno de ellos.
La hermosísima hembra ocupó su asiento, y me dijo que me colocara a su lado, en un pupitre. Así dio comienzo la lección; pero, a los pocos minutos, alegando que hacía muchísimo calor, se desabrochó unos botones de la falda, y dejó al descubierto unos muslos divinos; luego, mirándome, susurró que no le apetecía dar la clase...
Sin esperar que yo dijera algo, empezó a hablar de su vida. Me contó que era soltera, y que necesitaba un hombre que supiera saciarla... Al mismo tiempo, su diestra se lanzó a recorrer una de mis piernas. Aquello me sorprendió, quizá porque, al ser yo un tío muy calenturrón, antes de preguntarme el por qué del comportamiento de mi profesora, ya estaba empalmado...
Por fin, aquella fabulosa mujer me susurró que quería gozar con mi cuerpo... Preferí no pensar lo que podía venir después, aunque, la verdad, debía sentirme como una estatua de piedra... Sus dedos buscaron mi hinchada polla; a la vez, con la mano que la quedaba libre se quitó la blusa y el sujetador, con lo que dejó al descubierto unas tetas increíbles...
No lo pensé más. Me lancé al ataque, sobándola y magreándola las tetas. Enseguida noté que sus pezones se ponían tan duros como el acero. Después le bajé la falda, y le quité las bragas; a su vez, Catherin me desnudó a mí con una gran rapidez... De pronto, recordando el consejo de un amigo —«con la lengua debes ganar la batalla en el cuerpo de la mujer...»—, le lamí los labios, los pezones, el ombligo, y todo el bajo vientre, hasta que llegué a esa hendidura tan hermosa, el sublime coño.
Me lié a beber los jugos vaginales, arrancándole unos maravillosos gemidos de placer... Estaba tan cachonda que me suplicó que la penetrara... Al instante se abrió de piernas y yo le clavé hasta el fondo...¡Cómo me agradeció que se la hubiera metido entera!. No tardó en conseguir un orgasmo enloquecedor... Gemía tan ruidosamente, a la vez que se agitaba como una epiléptica, que tuve miedo (pensé en lo fácil que sería que alguien entrara en el aula; entonces...)
Al instante me desaparecieron todos los temores, porque sólo quería "bailar" al ritmo que ella me marcaba...¡Y me corrí como un bestia!. Pero Catherine no deseaba dar por terminadod el polvo. Me cogió la polla, y se lió a mamarla como sólo puede hacer una mujer que ha convertido el Sexo en su devoción. Rápidamente me devolvió la fuerza viril y mi picha se puso a punto de explotar.
Entonces decidí masajearle toda la abrasadora zona del coño, al mismo tiempo, la ensarté por el culo.... Volvieron a producirse sus gemidos de dolor; quizá por este motivo, antes de correrme por segunda vez, la saqué de su agujero anal y se la metí en la boca.. Ella me agradeció el cambio tragándose toda mi leche...
Desde aquella mañana venimos follando dos veces por semana. Pero ya no lo hacemos en la academia, pues resulta demasiado peligroso. Preferimos utilizar su apartamento o un piso vacío que hay encima de mi casa.
JORGE - MADRID
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