Historias de unas relaciones

Mi hijo me ha enseñado una de sus páginas webs favoritas, en la que cuentan casos parecidos al nuestro. Queriendo colaborar con ustedes, me he decidido a confiarles mis experiencias. Soy una mujer de 48 años, que recientemente se ha quedado viuda. Vivimos en un caserío de una aldea, en el que cuidamos de los animales y de los pastos. Cerca viven otras familias, que se hallan en iguales condiciones que nosotros.

Entre estos yo destacaría a una señora, también viuda, de la que soy muy amiga. Nos lo contamos todo, El otro día vino a visitarme porque necesitaba una guadaña. En un momento de la conversación me preguntó con cierta malicia:

—¿Qué tal llevas eso de vivir sin un hombre?

—Pues muy mal, sobre todo cuando me voy a la cama. Siento tal necesidad que no puedo más. Empiezo a recordar las emboladas que me metía «el Juan»... ¡En esos momentos me iría con cualquiera, sólo para que me la metiese bien dentro!

—Pero, mujer, ¿cómo estás así teniendo a un «hombre» en casa?

—¿Quién... te refieres a mi hijo?

—Tú misma acabas de decirlo. ¿Acaso vas a negarme que no has pensado en él y que te mueres de ganas de meterlo en tu cama? ¡Seguro que el chaval también se la casca teniéndote a ti en su mente! Reconoce la verdad, ¿a que alguna vez te ha pasado la mano por el culo y hasta te la ha metido entre las piernas?

—No tanto... ¡Estamos hablando de algo que es una locura! ¿Es que tú lo haces con tu hijo?

—¡Pues claro que sí, mujer, qué tonta eres! A ver si te crees que me paso el día llorando como tú, y lejos de una buena polla que me de gusto... ¡Ay, Maruja, hazme caso... No sabes lo que te estás perdiendo!

—¡Es que eso me parece muy mal... es una atrocidad!

—¡Anda, déjate de tonterías! Cuando la tengas bien metida, ¡seguro que únicamente pensarás en gritar de gusto! ¡Entonces sabrás que con tu hijo puedes como con cualquier hombre, e incluso más!

—Eso quiere decir que tú lo haces todas las noches con tu hijo... ¡y que te lo pases bomba!

—En ocasiones follamos hasta dos veces de distintas formas e introduciendo infinidad de variantes: mamadas, de todo.

—¡Madre mía, se me está haciendo la boca agua...! Después de lo que acabas de contarme no voy a poder dormir en toda la noche.

—¿Por qué no empiezas esta noche mismo? Primero habla con él, para comprobar como reacciona. Estoy segura de que antes de que te des cuenta, ya te está poniendo las manos encima.

—¡Dios te oiga! ¡Me siento tan cachonda que no aguanto ni un día más!

—Si quieres yo puedo hacerte algún trabajito mientras aparece tu hijo.

—¿Serías capaz...?

—¡Claro que sí, mujer! Quítate las bragas y siéntate en la mesa.

Sin saber por qué le hice caso, y me coloqué con todo el coño al aire.

—Túmbate un poco y abre bien las piernas. ¡Ya verás cómo se me da eso de comer chuminos! ¡Huummm...!  ¡Qué deliciosamente te hule la almeja...!

Empezó a chupar con intensidad, incansablemente, hasta que me invadió una enorme flojedad. Me corrí como hacía tiempo que no lo conseguía.

—¿Qué! ¿Ya te sientes un poco más calmada? Un día de estos tenemos que vernos. ¡Ya verás lo maravilloso que es montar una buena tortilla!

Mi amiga se fue dejándome muy convencida. En el momento que apareció mi hijo, estuve esperando el minuto de irnos a la cama. Entonces me decidí a tratar el asunto:

—Oye, verás, desde que murió tu padre me siento muy sola... Sobre todo por las noches, ¡lo paso fatal...!

—Echas de menos un hombre, ¿eh? Eso me parece normal. ¿Es que me estás proponiendo algo, mamá?

—Si quisieras dormir alguna noche conmigo, seguro que me sentiría muy aliviada.

—Ya has estado hablando con la puta de tu amiga, ¿verdad? Su hijo me lo ha contado todo. ¡Hasta yo misma me he acostado con ella! La tía está riquísima, a pesar de los años que tiene...

—¡Pues ahora sólo te acostarás conmigo! ¡No le basta con su hijo, que tiene que hacerlo contigo...!

—Bueno, pues lo primero que quiero es ver esas tetas tan grandes que ocultas en el sujetador. ¿Seguro que no te metes ningún relleno?

—No, hijo, es todo natural. Ahora lo verás.

—¡Pues como me voy a poner! ¡Anda, vámonos en seguida a la cama! ¡Voy a follarte hasta que te canses!

Nos quedamos completamente desnudos, y sus manos ansiosas cogieron mis pechos voluminosos.

—¡Ay, como necesitaba que me sobetearan...! ¡Qué hermosa polla tienes, hijo! ¡Venga, métemela ya... No me hagas sufrir...! ¡Ahora... Aaaaagggh! ¡Qué gusto más rico me das...! ¡Chafff... Chofff...! ¡Aaahh... Mmmuuhh... Aaaaggg! ¡Así, así... Ooohh! ¡Ay, me voy a correr otra vez...! ¡Qué zorra soy... Me estoy tirando a mi propio hijo! ¡Llámame zorra... Llámamelo...!

Así deliraba yo gracias a las arremetidas de mi hijo; a la vez, él me contestaba igualmente enloquecido:

—¡Zorra, que eres una putona buena...! ¡Eres más putona que tu amiga... Sigue moviendo el culo, putón, que te meneas de gusto!

Aquella noche fue tremenda. Lo realizamos todo, hasta quedar agotados. Naturalmente no me quedé sin meterme aquella golosina en la boca, para mamarla con tanto ahínco que se la hubiera devorado. A él le encantó, sobre todo metérmela en las nalgas y correrse allí mismo; mientras, me sobeteaba los pechos y pellizcaba mis pezones.

Cuando volví a encontrarme con mi amiga le reproché que se hubiera acostado con mi hijo. Pero ella me sorprendió al ofrecerme el suyo para que no me sintiera traicionada. No pude resistir la tentación y accedí. Me llevó a su casa.

Nada más que me dejó con su hijo, esté comenzó a besarme y a quitarme las ropas. El chico actuaba con tanta rapidez que no me di cuenta de nada. Al poco rato ya tenía una polla tremenda dentro, que me destrozaba. Al mismo tiempo, su madre me sobaba las tetas y animaba al joven para que diese más fuerza a sus emboladas. Me creí a merced de un huracán sexual. En poco tiempo me provocaron varios orgasmos. Por vez primera lamí el chocho de una mujer. Me encantó comprobar como se retorcía con mi trabajo. Mientras yo me entretenía con esta labor, él me la metió por el culo hasta que se corrió allí dentro.

Después de esto planeamos un encuentro entre los cuatro. Aquella orgía entre madres e hijos nos abrió las puertas del paraíso, porque lo que gozamos esa tarde es difícil de resistir por unos mortales. Nuestros machos nos dieron polla por todos los sitios, y organizamos cadenas que nos llevaron a perdernos en un mundo delirantemente lascivo. También las hembras nos dimos gusto con las lenguas, hasta quedarnos secas. Para entonces ellos ya nos habían echado toda su leche.

Y pensar que casi a los 50 años he descubierto las delicias del Sexo es algo que no me perdono. Pienso darle toda la marcha posible a mi cuerpo, con el fin de gozar de lo que se halla a mi alcance, al menos durante el resto de mis días. Quiero probar todas las cosas nuevas y excitantes de este mundo.

Ahora estoy deseando pasar por mi cama a todos los hombres de los alrededores. ¿Y a sus mujeres? Pues si les apetece, seguro que no dudaré en invitarlas también. Os lo juro, amigos, ¡esto es la gloria! Un saludo y a seguir, ¡porque sois estupendos por permitir en esta época de censura, publicar estas historias tan calientes!

María de los Ángeles - Asturias

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