Cuando las ganas de joder aprietan

Me casé hace dos años. Tenía entonces 24. Mi mujer, Conchi, tenía 19 años recién cumplidos.

Después de dos años de novios, bien llevados, y una vez casados, nos fuimos a vivir a casa de mi suegra, la madre de Conchi. Viuda desde hacía cinco años, y con dos hijos; Conchi y su hermano Ignacio. Los dos muy jóvenes.

Tengo que ser sincero y decirlo en alta voz que mi suegra o madre política es una gran señora que siempre me ha tratado como a un hijo más. Incluso, cuando discuto algo con Conchi, casi siempre se pone de mi parte. Y no digamos Ignacio que ya, desde que éramos novios su hermana y yo, me demostraba verdadero cariño. Quizá la falta del padre acentuó esto más.

Creo que acerté en familiarizar con la familia de Conchi. Porque igualmente, ella lo hizo con mis padres y hermanos, nos llevamos todos de maravilla. Con frecuencia hay invitaciones a comer, bien en nuestra casa, bien en casa de mis padres y ambas familias se lo pasan muy a gusto, cuando acuden a una o a otra casa.

Pero quien me demostraba siempre especial aprecio era Ignacio, mi cuñado. Para éste, yo era su padre, su hermano, su amigo, su todo. Algunas veces, parecía que no había nadie en el mundo para él como yo.

Yo tenía —y sigo teniendo—, la costumbre, de no cerrar la puerta por dentro, cuando voy a ducharme. Mi madre, desde muy pequeño me acostumbró a esto por aquello de que podría ocurrimos algo y estando la puerta abierta todo sería más rápido para atendernos. O sea, que la dejaba cerrada, pero sin el pasador para que se pudiera abrir fácil.

Pues bien, yo noté en diferentes ocasiones, que mi cuñado, cuando ya tenía 18 años, solía entrar, o hacer que entraba, haciendo ver que no sabía que había alguien dentro. Miraba y con un ¡«Ay»! volvía a cerrar y se iba. Jamás se me ocurría dar importancia a aquel despiste...

Así iba pasando el tiempo. Aunque observaba que mi cuñado, cuando se cruzaba conmigo por el pasillo de la casa, con disimulo echaba su mirada hacia mi entrepierna. Y cuando volvía de la calle, sobre todo si nadie estaba presente, me daba un beso en el carrillo diciendo: «hola, cuñado». No me besaba si estaba alguien delante.

Pero, como desde bastante chaval siempre fue muy cariñoso conmigo, nunca daba a todo esto ninguna importancia. Además, los chavales, suelen ser ardientes y al no tener ocasiones puede ser que se satisfagan con cualquier cosa mínima. Un beso, una mirada, etc.

Acababa de cumplir mi cuñado Ignacio los 19 años. Y justamente, a los dos días, tuvo que ingresar su madre, mi suegra, en una clínica. Una caída al salir del ascensor le rompió la cadera y le costó 20 día de ingreso, no fue grave, pero lo suficiente para tener que estar ingresada todo ese tiempo.

Mi mujer, Conchi, iba a pasar las noches a la clínica y las alternaba con una prima suya, sobrina del padre de Conchi. Otras veces, muy pocas, iba a pasar la noche Ignacio, pero cuando ya estaba muy avanzado el estado de recuperación de su madre. Yo, por mi trabajo, me limitaba a ir a visitarla.

La primera noche que nos quedamos solos Ignacio y yo en casa, mi cuñado me dijo que para que no estuviera tan solo, podríamos dormir en la misma habitación él y yo. No puse inconveniente. Ignacio, por su tipo era muy atractivo a las chicas. Tenía verdadero éxito con ellas. Alto, buena planta, guapo, simpático, etc. Y solía contarme cómo las metía a todas en celos. Pero que con nadie se declaraba.

Después de cenar Conchi, mi cuñado y yo, nos pusimos a ver la tele, Ignacio y yo, y Conchi se fue a la clínica para acompañar toda la noche a su madre.

Después de ver la película, Ignacio y yo nos fuimos a dormir, pero en la misma habitación para no sentirnos tan solos.

Cuando nos desnudamos para ponernos el pijama, observé que mi cuñado ponía todos los ojos en mí... precisamente en mi entrepierna. Aunque con cierto disimulo. Yo también le eché una mira cuando ya estaba con el calzoncillo solamente, porque nunca le había visto así y pude comprobar que verdaderamente tiene un tipo extra y nada me chocaba que las chicas se lo rifaran. Y, se lo dije... ¿Te ha visto alguna chica así, alguna vez? Me contestó que en traje de baño sí y que no pueden disimular al decirle que está muy bien. Yo le dije que nada me chocaba, porque verdaderamente tiene un cuerpo que llama la atención. Y, aprovechó él para decirme que yo también lo tenía estupendo.

Le pregunté si alguna vez había hecho el amor con alguna chavala. Me contestó que no, que lo único que había hecho era, darlas algún beso de amistad y nada más. Sin embargo —añadió—, sí que había tenido algunas relaciones sexuales con algunos amigos. Yo me quedé mirándole pensando que bromeaba. Pero recalcó diciendo que no me asustara, que hoy ya no es tabú todo eso. Y que se lo montan muy bien los amigos cuando salen al monte o por alguna circunstancia tienen que dormir dos amigos juntos como puede ser en alguna fiesta de algún pueblo, con familiares de el amigo, etc. Yo me quedé sin habla porque no acababa de entenderlo.

Entonces, Ignacio me aseguró que vivo en la luna. Que hoy ya no se mira tanto eso que hasta hace poco, los mayores, lo tomaban como algo degenerado, como algo anormal o de enfermos... Y me saltó con esto: «Dime con sinceridad, cuñado, ¿qué diferencia existe entre el culo de mi hermana, por ejemplo y este culo tuyo? (a la vez que me dio un suave azote en el mismo). ¿Qué diferencia notas, por ejemplo, meter el dedo en el ano de mi hermana y meterlo aquí? y suavemente metió su dedo, por encima del calzoncillo en mi ano. Yo seguía viendo visiones y no le reproché nada, porque tengo que confesar que cuando metió su dedo en mi agujero, por encima del calzoncillo, sentí cierto gustillo y como le veía a él tan natural...

Y me contó que entre amigos, se hace mucho el amor, sin ser precisamente maricones. Que eso de maricones es un término pasado ya de moda, cosa de los antiguos. ¿No se jode con una mujer dándola por el culo? ¿Qué diferencia existe entre el culo de una mujer y el de un amigo con el que tenemos confianza?. Si tú le has dado por el culo a tu mujer, y ahora me das a mí, ¿qué diferencia puedes notar, si tú mismo has confesado que tengo un tipo atractivo para las mujeres? ¿Por qué no para los hombres también?

El caso es que me lo exponía tan bien, que yo me estaba excitando. Se me comenzaba a subir la polla y traté de ponerme enseguida el pijama para disimular, pero él se dio cuenta y acariciaba mi culo con más expresión de placer... y me dijo: No lo puedes disimular, se te ha puesto el nabo tieso. Y pasó su mano para comprobarlo. Cogió la mía y la colocó encima de su polla para que viera como la tenía.

Me abrazó y me besó en la boca. ¿Quién se resistía ante aquel tipazo que tanto me excitaba ya? Yo no podía resistirme y le abracé. Sentí estremecerme al abrazar a mi cuñado, que daba un calor especial.

El mismo me quitó los calzoncillos, se agachó y acariciando mi polla la metió en su boca, mientras me decía que le acariciara la cara... jamás hubiera creído que hacer aquello con otro del mismo sexo produciría tal placer. Me pedía caricias por todo el cuerpo, luego que se la introdujera por el culo. Nos tumbamos en la cama sin miedo alguno ya que sabíamos de seguro que estábamos solos en casa y lo estaríamos toda la noche.

¡¡¡Qué noche!!! Mi cuñado me lo dijo claramente: «Cuñado, desde antes de casarte con mi hermana, sentía ganas de que llegara este momento. Más de una vez me masturbé pensando en ti y trataba de ir al baño, cuando sabía que tú estabas dentro. Algunas veces, estuve a punto de decirte que deseaba verte desnudo y tocarte, pero no me atrevía. Ahora, quiero disfrutar de todo ese tiempo que me has hecho sufrir».

Me contó cómo desde muy joven, en el colegio, entre compañeros, ya se hacían entre ellos algunas pajas. Luego, eran más frecuentes con alguno fijo que intimaban más. Más tarde en la cuadrilla de amigos, es fácil desahogarse con cualquier motivo sin que por esto caiga nadie en la idea de que es maricón.

Hoy, me decía, ya no hay eso de maricón. Y si lo es, se refieren a esos que van por la calle con movimientos que parece que llevan un cartel a sus espaldas diciéndolo. O esas «locas» que van provocando y con ademanes afeminados hace que repugne su comportamiento. Pero el simple hecho de hacer el amor con otro compañero porque nos atrae o nos gusta o porque es un amigo íntimo, eso no es ser maricón.

El caso es que debo confesar que mi cuñado me hizo pasar aquella noche de lo más feliz. Apenas sí dormimos. A partir de entonces, la noche que mi mujer iba a pasarla a la clínica para acompañar a su madre, Ignacio dormía conmigo. Pero antes, hacíamos el amor juntos y me contaba sus experiencias, sus contactos con otros amigos. Ignacio desnudo calentaba al más frío, y sabía dar placer al que estaba con él, al menos, a mí. Después de que su madre volvió a casa ya curada, seguimos haciendo el amor siempre que tenemos oportunidad y no son pocas.

He comprobado que tenía razón mi cuñado. Si damos por el culo a una chica, y tanto ella que toma, como el que la da, sienten placer, ¿por qué ese reparo al presentarse el culo de un amigo atractivo, como es el de mi cuñado?.

Mientras se la meto por el culo, le aprieto bien contra mi cuerpo y le toco sus huevos y su hermosa y preciosa polla, y cuando llega el momento que me corro y sale el semen dentro de sus entrañas, el jadeo de mi cuñado es algo que parece deshacerse. Es un placer tan grande que no puede por menos de decirme mil cosas en aquel momento: «cabronazo, sigue, sigue que me muero de placer, no la saques todavía, te quiero mucho cuñado, eres un encanto».

El también me penetra a mí, pero parece que le gusta ser él penetrado el último y que me corra dentro de él. Cuando hacemos el sesenta y nueve, mamándonosla el uno al otro, nos gusta meternos el dedo por el culo... él suele decirme:

—Mueve el dedo, cuando lo tengas dentro.

Y todo su cuerpo, tanto la polla, como su culo, sus huevos, todo el cuerpo, es algo imposible de resistir.

Lo curioso es, que sabe disimularlo del todo. Nadie sospecha lo más mínimo. Ni en casa ni fuera de casa. Ahora, ya no tiene que andar tras de mí para verme en paños menores como solía hacer antes de que lo hiciéramos por primera vez. Sabe que en cualquier momento me tiene a su lado desnudo.

Mi mujer, es muy dada a acompañar a familiares enfermos cuando alguno tiene que ir a ingresar al hospital o a alguna oficina, o en la misma casa donde vive, tanto familiares como amistades. Tiene el título de enfermera, aunque no lo ejerce. Y esto nos viene muy bien para aprovecharlo mi cuñado y yo. Esa noche, por ejemplo, dormimos juntos.

Aún no hemos tenido ningún hijo. Parece que ella tiene algún defecto. Pero, eso sí, hacemos el amor muy a gusto ella y yo y sin ningún problema. En las consultas médicas, han dado esperanza de que los tendremos. Esto nos anima.

Mi cuñado tiene ya 20 años. Y seguimos haciendo el amor, cuando tenemos ocasión. El también lo hace con amigos de cuadrilla o con algún compañero de la oficina donde trabaja, ya que tengo comprobado, por lo que Ignacio me cuenta, que esto es ya muy normal. Incluso chicos casados no se resisten cuando ven a otro compañero atractivo que se les insinúa.

Ver a mi cuñado desnudo y desear abrazarle y acariciar todo su cuerpo, todo es uno. No hay quien se resista. Por esto, es posible que no haya tantos de los que llaman maricones, sino jóvenes que son tan atractivos, que es imposible resistirse sobre todo si hay ganas de joder y no se encuentra otra cosa a mano.

Cuantos hay que tienen novia y ella se resiste por miedo a quedar embarazada y hacer el amor con su novio. Pues bien, cuando la deja a ella, no se resistirá si se le presenta una oportunidad de encontrar a un joven atractivo para hacer con él el amor. Hay quien se contenta con que otro le haga una paja y se da por satisfecho. Y si se la mama, mejor. ¿Esto tiene algo de maricón? Nada. Y, hacerlo todo entre dos amigos, tampoco. Y quienes lean esto, saben que ellos lo han hecho mil veces con otro amigo y nunca se han sentido maricones, con todo el respeto a los maricas.


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  1. Jaime dice:

    Como homosexual que soy, se me pide con frecuencia que practique la felación. A mí no me importa, pero me preocupa el hecho de que, a veces, no siempre intencionadamente, observo que he ingerido todo el producto de la eyaculación o parte del mismo.

    ¿Es mayor el riesgo de enfermedades venéreas en este caso? Cómo se manifestarían éstas en caso de producirse el contagio, ¿en la forma habitual, con supuración de la polla? Les agradecería mucho un consejo acerca de esta cuestión.

    1. milRelatos dice:

      Normalmente el producto de la eyaculación está curiosamente exento de infecciones contagiosas, siempre que no exista una úlcera en la polla o un flujo uretral. Por regla general, si los órganos genitales presentan un aspecto sano, ello es muestra casi probable de que están libres de infección activa. Los contactos más peligrosos son los casuales, con desconocidos. Como consecuencia del flujo uretral se puede detectar una posible infección a simple vista, pero esto no puede ser determinante sin un análisis clínico. Recomendamos el uso del preservativo siempre, a menos que tengas una pareja estable y sepáis que estáis libre de contagio.

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