Cuando pensaba en el suicidio

Negros nubarrones de fatalidad habían ensombrecido mi mente. Me consideraba una desgraciada por culpa de mis enormes Tetas. Porque son infinidad las mujeres que se quejan de tener unos pechos pequeños, ya que les resultan poco atractivos. Esto es verdad para ciertos tipos de hombres. Sin embargo, si se sitúan las cosas en el plano de la mujer, se verá que esto no es siempre razonable. El hecho de tener unas Tetas enormes, yo lo veía como algo mucho peor, porque no sabía dónde meterlas.

Una chica normal puede usar prendas deportivas, y hasta puede ir sin sujetador, dejando que sus senos se cimbreen libremente, o pueden servirse de rellenos cuando quiere ligar en una fiesta. Pero estas posibilidades no se hallaban a mi alcance, debido a la grandiosidad de mis Tetas... No soy muy alta —casi un metro y cincuenta y ocho centímetros— y los hombres lo único que miraban eran mis grandes Tetas, rebosantes, casi siempre escapándose por encima de todo...

¡Yo no conocía la manera de esconder o de disimularlas! Tampoco podía dejar de utilizar un sostén, duro y grandísimo, porque sin su ayuda mis Tetas se habrían desplomado hasta el ombligo. Desde luego que no podía jugar al tenis, ni ir a la playa. Además, me veía forzada a hacerme una ropa especial para disminuir la importancia física de mis Tetas... ¡Y es que no las consideraba atractivas aunque despertaran las miradas de los hombres. Creí que eran unas masas condenadas a la flacidez. ¡y sólo contaba dieciocho años!

Para empeorar las cosas, mi familia es un conjunto de flacuchos, que me reprochaban que mi físico sólo se debía a lo mucho que yo zampaba. Y así, hundida y desesperada, pensé en el suicidio.

¡Gracias a que Mauricio apareció en mi vida...!

Clara - Gerona

Cogiendo el hilo de la confidencia de ella, debo indicar que yo soy Mauricio. Me enamoré de Clara en cuanto la vi. Es una chica estupenda, sanota, campechana y con unas Tetas que me entusiasman. Pero su familia y amigos le traían por la calle de la amargura, reprochándole esas monsergas de que si comía mucho y de que si jamás había cuidado de su peso...

Un día que paseaba por la playa, más pendiente de sus pensamientos que del suelo que pisaba, me di cuenta de que podía sufrir un fatal accidente. Corrí a su lado, y, al comprobar que estaba como ida, me puse a besarla... Y nada más que le mordí los pezones, reaccionó como una hembra auténtica. Supongo que ustedes imaginan lo que sucedió: follamos, yo la convencí de que podía ser amada, y para liberarla de la opresión familiar, me casé con ella. Hoy día, tenemos seis hijos, ella luce unas Tetas divinas, y yo soy el más feliz de los mortales.

Mauricio - Gerona

 

 


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