Un buen badajo para gozar

Muy Sres. míos: Soy asiduo lector de esta web, por eso les voy a contar mi caso para que lo publiquen.

Cuando yo tenía 20 años estudiaba contabilidad. Mis padres me enviaron con mis tíos a un pueblo donde tenían un negocio y necesitaban a alguien que les llevaras las cuentas.

Llegué al pueblo y fui a casa de mis tíos que vivían en una casita muy maja, con un corral muy grande y enfrente en otra casita, dentro del conjunto cercado vivían los padres de mi tía, que tenían 60 y 49 años.

Mi tío el joven tenía 39 años y mi tía la joven 29. La mayor, una mujer muy hermosa metida en carnes con un pelo negro con moño y sobre todo un culo de esos salientes que parecía una montura.

La joven era y es divina, bien proporcionada, rellenita, un culito también saliente como el de la madre, nada más verla me enamoré de ella. Se peinaba con trenzas en forma de moño. La primera vez que la vi peinarse, tenía el pelo hasta la cintura ¡Qué paja me hice a su salud!

Nada más llegar al pueblo me eché un amigo Ciri y casi todos los días nos íbamos a bañar a una alberca que tiene en su huerto.

Un día, antes de meternos en el agua estábamos desnudos y mi amigo sacó de su bolsa un trozo de tocino y empezó a restregarse la polla y los cojones. Decía que dándose masajes con tocino, crecía. Yo también me di y nos corrimos los dos.

Me dijo que tenía que echarme para atrás el frenillo con fuerza para poder descapullar bien. Todos los días nos dábamos masaje con el tocino, yo no sé si debido a eso, o a que estaba desarrollando, el caso es que al poco tiempo descapullaba totalmente y se me veía la cabeza de la polla bien hermosa. A partir de ese día unas veces llevaba él el tocino y otras yo.

A los dos meses yo había puesto al día las cuentas y mis tíos estaban encantados conmigo. Hablaron con mi padre para que me quedara con ellos más tiempo. También me abrieron una cartilla de ahorros y me metían todos los meses una cantidad. Como ellos no tienen hijos, se volcaron conmigo.

Mis dos tías visten muy antiguas, ya que mis tíos son muy moralistas, con vestidos anchos y muy tapadas.

A los tres meses me llamó a su casa mí tía la mayor, y me dijo:

—Joqui vamos a hablar. Quiero saber qué pasa que te estás llevando tocino, y por dinero sé que no es, porque tienes tu cartilla intacta.

Yo me quedé helado, me puse de todos los colores y ella se dio cuenta.

—Vamos Joqui, si es algo raro no te preocupes, que no lo sabrá nadie.

Yo la expliqué que era para darme en la cola para que me creciera, y ella abrió los ojos.

—Sácatela que quiero verla, a ver si es verdad eso.

Yo con la conversación y viendo a la tía me había puesto cachondo y estaba empalmado. Me bajé los pantalones y quedó al descubierto la polla y los cojones. Me miró asombrada porque tengo un buen badajo.

—¡Dios mío, pues es verdad! Vaya carajo que tienes. A ver déjame que te la toque. Nunca había visto una cosa así.

—¿Es que el abuelo no la tiene así?

—Pero ¿qué dices Joqui? el abuelo tiene un colgajo que al final tiene un pellejo. ¡Madre mía, esto si que es una picha! Oye no digas nada a nadie, será un secreto.

Seguía tocándola y yo empalmado. Me fue llevando hacia la pared, se recostó y me abrazó, yo la abracé a ella, la toqué las tetas, la besé, se subió las faldas y me puso la picha en la entrada del coño.

—Cariño, no te asustes, esto son cosas que se hacen entre macho y hembra.

—No, si yo no me asusto, es que estoy cachondo, me gustaría joderla. ¿Porqué no nos tumbamos en la alfombra y se la meto? Yo soy virgo y podía usted desvirgarme.

—Tienes razón, a mí siempre me han jodido en la cama, así que vamos a hacerlo en la alfombra, y yo también voy a joder y a besarte y a tocarte que nunca lo he hecho. El cabrón del abuelo sólo lo hace para darse gusto él.

La tumbé en la alfombra, se subió la falda y ¡madre mía, qué chocho peludo, entre dos muslos divinos! Me eché encima de ella, me abrazó, se la clavé toda y empezó a moverse, estábamos muy cachondos los dos.

—Joqui, amor mío, que me viene el gusto, jódeme, jódeme, amor mío, amor mío.

—Tía, que me corro.

Y nos fuimos en un santiamén. Me dijo que no dijera nada y que lo haríamos otro día.

Mi otra tía, un día que estábamos solos me dijo:

—Oye Joqui, estoy muy contenta de que estés con nosotros, ¿tú estás también contento?

—Sí tía, estoy muy contento de estar con vosotros.

—Bueno pues pídeme algo que yo te regalo —me quedé parado y ella se dio cuenta— anda pídemelo, no lo sabrá nadie.

—¿Te acuerdas el día que me peinaste? Pues me gustaría que lo hicieras otra vez.

—Vaya, te gusta lo mismo que a mí ¿eh? Bueno pues yo te peino y luego tú a mí ¿vale?

—Estupendo tía, tienes un pelo tan bonito que me gustaría...

Se sentó en un taburete y yo en el suelo entre sus piernas. Se subió la falda y dejó las rodillas al descubierto con medias negras. Puse las manos en sus rodillas y me pegué bien a ella.

Empezó a peinarme con la mano, me eché para atrás y al contacto de su cuerpo, me entró un gusto tan grande en la picha que se me puso dura en un momento.

—¿Te gusta?, bueno pues ahora tú a mí.

Me puse detrás de ella, me pegué y empecé a tocarla el pelo, con la picha la daba en la espalda y ella empezó a acurrucarse hacia mí. ¡Qué delicia! Terminé caliente a tope.

Aquella misma tarde, la vieja me dijo que íbamos a joder, que quería que se lo hiciera en la mesa. Cuando quedamos solos, ella se puso toda despatarrada, en la mesa de un cuarto que casi no se usaba.

—Tía, te voy a buscar las tetas ¡qué hermosas las tienes!, y tienes que joder conmigo y decirme cosas.

—Sí Joqui, voy a joder como no lo hecho nunca, y me la vas a meter, y te voy a sobar y a querer, porque tú eres muy macho. ¡Jódeme, métemela! Así, así...

—Tía ¡cómo te tengo embolada!, qué ricos están tus muslos. Muévete, así, empuja, tía buena.

—Ay, Joqui, qué bueno estás. Cómo estoy disfrutando así, jodiendo encima de la mesa, ¡mi sueño de toda la vida! Siempre soñaba que me montaba un macho allí donde me pillara.

Qué hijo puta es mi marido, qué engañada me tenía. Dice que toda mujer que goza es una puta, pues yo quiero ser una puta con mi macho. Joqui, que me corro, que me viene, échame la leche, empuja, ya, ¡ay!, ya...

—Tía que te lo hecho, hermosota mía, que me corro de gusto, ¡Viva la jodienda!, ya, ya...

Aquella tarde, mi tía la joven se lavó el pelo y se lo dejó en un moño sin hacerse las trenzas, y yo me dije: ya está.

Efectivamente, al acostarme me dijo, mañana se van de casa los dos, cuando se vayan yo te llamaré, pero no enciendas la luz para que no lo vea mi madre.

Por la noche, me puse unos calzoncilos que tenía abiertos por delante y me quité la camiseta y por la mañana a las 5 vi que se levantaban, y esperé. Al poco rato oí cerrar las puertas y apagarse todas las luces, y apareció mi tía.

—Joqui cariño, ven que ya se han ido.

Estaba oscuro, me cogió la mano y yo le puse la otra en los hombros, que los llevaba al descubierto, nos fuimos al comedor. Al acercarnos a la ventana entraba un poco de claridad.

¡Dios mío, aquello era una diosa. Llevaba una combinación de seda, todo el pelo suelto hasta la cintura y medias negras, se sentó en el taburete, yo me senté en el suelo. Se subió la combinación, no llevaba bragas, me dio toda la espalda. Con el vello del chochito, yo creí que me corría de gusto.

—Joqui te voy a dar un beso por el rato tan agradable que me estás haciendo pasar.

—Tía ¿porqué no dejas que yo te bese a ti? Podíamos hacerlo como hacen los novios, así yo aprendo para cuando tenga novia.

—Bueno, como es nuestro secreto jugaremos a los novios, yo seré la novia y me pondré en el escalón de la puerta ¿vale?

Nos levantamos, me pasó la mano por la espalda y yo a ella por la cintura y nos fuimos a la puerta, ella era más alta que yo. Nos abrazamos y la empecé a besar. La picha la daba entre los muslos, y beso va y beso viene, entonces ella se subió disimuladamente la combinación, yo aproveché el momento y me solté el botón del calzoncillo, y se vino abajo. Entonces nos apretamos. Ella se abrió de piernas y la picha se coló entre ellas.

—Joqui eso no vale, hemos dicho que íbamos a jugar a los novios yo seré la novia y me pondré en el escalón de la puerta, y a una novia no se la puede hacer esto.

—¡Por qué tía? Las novias cuando son tan guapas y tan hermosas como tú se las puede hacer de todo.

- Pero Joqui me estás poniendo malita y luego no voy a poder dormir y eso si que es gordo.

- Eres tú la que me la has puesto gorda ¿ves? ¡Está diciendo que la cojas , que te quiere mucho!

- Joqui, yo nunca he cogido esas cosas, me da miedo cogerlo. ¡Ay madre mía, qué grande la tienes!

—Me estaba cogiendo la picha y se la puso en la puerta. Estaba toda mojada y muy suave. Echó el culo hacia delante, se abrió más las piernas y la entró la cabeza.

—Tía dígame que se la meta, que me gusta mucho.

—Sí cariño, empuja, métemela ¡qué gusto me da, que bueno es!

Se la clavé hasta dentro. Empecé a besarla, a tocarla las tetas, ella me comía a besos y me tocaba todo el cuerpo.

—Joqui, que me viene ya, ah, ah, Joqui qué grande es, cómo me llena, haz lo que quieras de mí, jódeme, ya.

—Tía, te voy a echar la leche, trágatela, amor mío, que me voy...

Nos quedamos un rato quietos, ella se separó, me cogió de la mano y me llevó a mi habitación. Me dio un beso y me dijo:

—Ahora a dormir. Mañana se van de caza otra vez, tú me esperas en la habitación.

Al día siguiente a las 6 de la mañana cuando cerró la puerta se vino a mi habitación.

—Joqui, vete a un lado que quiero pasar la noche de bodas contigo. Ayer me desvirgaste siendo novia, hoy me vas a joder siendo tu mujer.

—Sí, tía —la dije.

Se metió en la cama. Venía completamente desnuda. Me abracé a ella y empecé a besarla, me bajé al pilón y empecé a besarla la pipa. Yo creí que se moría de gusto.

—Joqui ¿qué haces, amor mío? ¡Me matas de gusto, canalla que me muero! Sigue, sigue, esto es la gloria.

Me fui subiendo, se la metí y empezó a correrse como una loca.

—Joqui, que me corro, cariño, que me viene el gusto.

Yo seguí, pues no me había corrido, dale que te pego follándote y ella seguía como loca diciendo:

—Dios mío, que me viene otra vez, que me corro, que me voy, Joqui, amor mío, vente conmigo.

—Sí tía, quiero joderte a gusto. ¡Qué me corro! ¡Ahí te va, ya, ya, ¡ah!...

—Joqui me estoy corriendo otra vez, jódeme, jódeme.

Nos quedamos secos. Ella se había corrido varias veces y estábamos sudando y temblando aún.

—Tía ¿vas a venir mañana?

—No, Joqui, porque mañana vas a joder a mi madre.

—¿Qué dices, tía?

—Lo que oyes. Cuando te vi jodiendo a mi madre con esa polla tan rica me dije «esa me la tiro yo también». Además mi marido es un cabrón. Le he puesto los cuernos haciéndome pajas a salud de todo el que me ha gustado, pero ahora entre mi madre y yo nos hemos echado un querido que nos va a satisfacer a las dos cuando nosotras digamos.

Así que ya lo sabes, nene, mañana jodes a mamá y luego a mí cuando esté cachonda y me salga del chocho. ¡A dormir ahora!

Yo me quedé helado por su forma de hablar. Hasta ese momento la había tomado por una mujer dulce y suave.

Al día siguiente me llamó mi tía la mayor.

—Qué, Joqui ¿ya te has tirado a mi hija? Pues hoy me toca a mí ¿cómo me vas a joder hoy?

—Al estilo perro, tía, tú serás la perra y yo te montaré por detrás.

—Sí, Joqui, como tú digas.

Efectivamente la preparé, me di bien de aceite en la picha, le abrí bien el culo y la colé la cabeza de la polla. La tenía bien sujeta.

—Joqui ¿qué haces, cabrón? ¡Por ahí no que me partes, mamón?

—Puta, aguanta. Te la voy a clavar toda. Hija de puta, madre de puta, el macho soy yo y hago lo que me sale de los huevos. ¡Toma putona, toma...!

La clavé toda la polla, la pasé la mano por el chocho y la toqué la pipa.

—Joqui, que me matas, qué bueno estás cabronazo. Sigue que me corro que viene, ya, ya...

—Toma ya, putón, trágatela toda, ya.

La dejé con el culo hecho una mierda, y la dije:

—Como digas algo de esto a tu hija, no te la vuelvo a meter más, putón, que sois unas putonas, las dos.

Al otro día también se iban de caza y a las 6 cuando mi tía cerró la puerta salí, la cogí, la abracé, la pegué un buen sobo y la dije:

—Tía, hoy tu vas a ser una yegua y yo un caballo. Ponte de rodillas.

Me di aceite, la abrí el culo y se la endiñé.

—Joqui ¿qué haces que me haces tanto daño? ¡no, por ahí no!

—Calla putón, que te voy a echar la leche hasta que corras de dolor, cabrona, puta. Tía buena ¡qué polvo, que enculada te estoy haciendo, yegua mía y que pipa más rica tienes, cómo te la sobo!

—Cabrón que me matas, echámelo cabrón, que me corro.

—Ya me voy, ah, ah...

Después fui al baño, me lavé y cuando volví estaba tumbada en mi cama tan hermosa y tan buena.

—Anda ven, que me la vas a chupar cabrona. Vas a hacer de puta barata, zorra, chupa.

—Joqui, que me ahogas, con esta cosa tan gorda, móntame que estoy cachonda, puteame, cabrón.

Efectivamente la monté, y aquello fue el delirio, a ella la venía uno detrás de otro, yo iba a mi paso tranquilo, viéndola cómo se corría.

—Joqui, hoy me has demostrado lo macho que eres y la herramienta tan poderosa que tienes ¡qué gustazo me estás dando! ¡Que me corro! Esto es lo que yo he soñado siempre, un macho que me montara, que me jodiera, así, así, cabrón. Vente conmigo que no puedo más.

—Toma putón, ahora te la echo ¡cómo me corro en ti, cómo te la echo! Qué puta más rica tengo, ya... ya...

—Amor mío, jódeme, jódeme.

En la actualidad yo tengo 23 años, la vieja 55 y la joven 35. Soy el amo de la casa. El viejo ha muerto y el joven entre el negocio, la caza y el vino tiene suficiente. Las tengo loquitas, hago con ellas de todo. Soy joven, tengo dos mujeres y dinero ¿qué quiero más?

JOQUI - CIUDAD REAL


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