Cuernos para Mamá
Una tarde que regresé a casa más pronto de lo habitual, me pareció oír susurros y ahogados suspiros en el dormitorio de mamá. Me acerqué sigilosamente, pensando que mis padres estarían haciendo el amor, pues días atrás les había podido ver uno encima de otro, gozando a gritos el placer que les devoraba... Cuando me encontré cerca de la puerta semi entornada del dormitorio, recibí una sorpresa shock al ver que el macho de mamá era mi amigo íntimo Charles, que, como yo, contaba dieciocho años...
Tardé unos minutos en rehacerme de la impresión; mientras, escuchaba, como en la lejanía, los jadeos de mamá, las palabrotas que soltaba el muchacho y el crujir del somier... En el momento en que volví a mirar acababan de «correrse» juntos, entre los besos y las caricias de mamá. Luego, me quedé un rato para ver qué hacían. Y no sé si por causa de las palabras de ella o por el calentón de Charles, el caso es que la polla se le había levantado otra vez. Era más pequeña que la mía, pues yo calzo una de veinte centímetros de longitud.
Entonces, mamá afirmó que daba gusto joder con un muchacho, pues nosotros siempre estamos a punto, mientras que los mayores —supongo que se refería a papá—, después del primer polvo tardan horas en recuperar la forma otra vez...
Vi cómo Charles empezaba a chuparle las tetas, hasta que le proporcionó tal temperatura que ella le pidió que le trasladase las caricias más abajo... No tardé en contemplar los ojos de placer que ponía mamá al sentir la lengua de Charles en su coño... ¡De repente, no sé si por casualidad o a propósito, se la llevó a los labios...! ¡Su chupeteo se oyó claramente donde yo me encontraba escondido!.
Bajo el peso del descubrimiento, me vi obligado a hacerme una paja, que luego, repetí dos veces más durante aquella tarde. Porque ellos siguieron jodiendo... ¡Recuerdo que, una de las veces, mamá hizo de jinete con todas las nalgas al aire!
Más tarde, escapé de allí, silenciosamente; y, después, esperé a que Charles saliera de casa. Tardó bastante. Nada más verle, me hice el encontradizo. Me contó que venía de casa, donde había estado esperándome durante varias horas. Luego, le pedí que me aguardara, pues le iba a decir a mamá que me iba con él.
Yo quería ir a ver una película al cine, y como Charles no tenía bastante dinero le pagué la entrada. Nos sentamos en las butacas traseras. Dado que la película era bastante calentorra, se me puso dura a pesar de mis tres pajas anteriores.
De pronto, se me ocurrió decirle al oído que estaba cachondo, y que me iba a masturbar. Ni corto ni perezoso me saqué la polla, y empecé a acariciármela. Encima le pregunté a él por qué no se la meneaba. Y me contestó que no tenía ganas. Esto no me desanimó. Le bajé la cremallera de la bragueta, y le saqué la flácida verga, que empecé a descapullar y a encapullar despacio. Pronto se la puse tiesa.
Seguidamente, llevé su mano sobre mi polla, y le invité a que nos hiciéramos una paja el uno al otro. Y allí mismo, como dos novios, nos dedicamos una masturbación recíproca. Y me proporcionó tanto gusto, que le dije que había hecho un trabajo de artesanía; y él me correspondió afirmando que yo le había regalado un gusto de locura...
Y aquel sábado, como los padres de Charles tenían que ir de visita, fui a hacerle compañía para que no durmiera solo. Mamá se alegró mucho, aunque yo adiviné que hubiese preferido que él se hubiera venido a nuestra casa.
En cuanto terminamos de cenar, nos fuimos a casa de Charles. Mamá nos dio un beso a cada uno; pero advertí que a él se lo daba en la boca.
Luego, solos en la calle, bromeé al decirle a Charles que aquella podía ser nuestra noche de bodas. Mi amigo sonrió ante mi ocurrencia. Y nada más llegar a su casa, le sugerí que, como el sabía donde estaban los vestidos de su madre, se pusiera uno de ellos. También le sugerí que se vistiera con la ropa interior. Luego, le esperé en el comedor, bebiendo un cubata.
Cuando iba por mi segundo vaso, le vi entrar vestido de mujer y con la cara maquillada. Loco de contento, me dediqué a echarle piropos, como si fuera una chica; acto seguido, le pedí que hiciera un strep-tease. No lo dudó ni un solo instante. Con arte se quitó el vestido, y se quedó tan solo con unas bragas, un liguero y un sujetador: todo negro. Después, le senté en mis piernas, y le besé en los labios... ¡Charles me mordió los míos!
Entonces, para castigarle, le puse boca abajo sobre mis rodillas, con el culo en pompa; acto seguido, le bajé las bragas, y apareció su culín, blanco como la nieve, sobre el cual descargué unas palmadas... Pero las transformé en caricias, aplicadas en la raya que partía sus nalgas, hasta que encontré el agujero del culo; en éste, tras humedecerlo con saliva, fui introduciendo el dedo corazón de mi mano derecha... Poco más tarde, pedí a Charles que se colocara boca abajo en el sofá.
En cuanto me complació, lamí las nalgas, la raya divisoria y el culito...
Mi amigo empezó a suspirar diciéndome que yo lo hacía muy bien. Y me pidió que continuara. Así permanecí durante un buen rato, hasta que nos levantamos para ir a la cocina a buscar hielo para los cubatas, que, sin abandonar placer, nos íbamos a tomar. Ante la nevera, teniendo en su mano mi polla, Charles puso unos cubitos en los vasos. Con mi diestra yo también sujetaba la verga de mi amigo; y, con otra mano, cogí un poco de mantequilla, y él me preguntó:
—¿Cómo en «El último tango en París»?
- Sí, —respondí.
Y en el suelo de la cocina, Charles se puso a gatas, dejó que su cabeza descansara en sus brazos, que apoyaba en el piso, y situó sus blancas nalgas a mi entera disposición. Sin más pérdida de tiempo, unté su culín y mi polla con mantequilla; luego, apunté a su bonito culo, presioné ayudándome con las manos. Noté cómo mi glande penetraba con cierta dificultad. Por lo que debía apretar bastante, hasta que sentí que mi capullo había quedado aprisionado en el estrecho túnel del deseo. Sin embargo, conseguí moverme hacia atrás y hacia adelante; entonces, le pedí a él que se moviera en un sentido de rotación.
Enseguida, Charles comenzó a gritar de puro gusto; mientras, se masturbaba y yo le llenaba el culo de semen. Una, dos y hasta tres veces descargué la leche de mis testículos en su precioso culito. Y él no paraba de mover su mano derecha masturbándose con frenesí... Descansé un rato, sin romper el hermoso núcleo que formábamos; y, de nuevo, intenté alcanzar un cuarto polvo, que, lógicamente, me costó más que los anteriores. Y ya iba a desistir, cuando escuché a Charles que me suplicaba:
—¡No me dejes, Agustín, no me dejes... No...! ¡Sigue dándome por el culo...!
A la vez, no dejaba de hacerse una nueva paja. Cuando me corrí por cuarta vez, los dos caímos al suelo de la cocina. Después, nos dormimos en la cama. Cuando despertamos ya era el mediodía. Almorzamos en casa; pero, antes, mamá nos trató de dormilones y perezosos.
Días más tarde, debido al imprevisto de que papá adelantó su viaje comercial, Charles se quedó a dormir en casa. Por la noche, después de cenar, ayudamos a mama a secar los platos y los cubiertos. Al mismo tiempo, como Charles iba a dormir conmigo, ella opinó que no íbamos a descansar en aquella cama estrecha. Pero, al decirnos que la suya era más grande y ancha, pues lo menos cabían cuatro personas, provocó este comentario de Charles:
—¡Será sin moverse!
La salida de mi íntimo amigo nos hizo reír a los tres.
—Si prometéis que os estaréis quietecitos, yo os dejaré dormir conmigo. Me haré a la idea de que tengo dos hijos en lugar de uno. Charles me miró, preocupado. Pero yo me callé; y mamá siguió hablando:
—Estoy segura de que si esta invitación os la hubiera hecho alguna de las chavalas de vuestro club, ya estaríais los dos con el pijama puesto. ¡Pero una vieja como yo no puede tener la misma suerte que una preciosa chiquilla!
Luego, tanto Charles como yo, le animamos diciéndole que de vieja no tenía nada.
-Entonces, ¿quién de los dos va a dormir conmigo?
—¡Charles! —respondí yo.
—Agustín, creo que deberías ser tú, ¿no te parece? —me rectificó mamá.
—¿No acabas de decir que somos tus dos hijos? Pues, entonces, da lo mismo que duermas con uno o con otro.
Le día un beso, les deseé buenas noches a los dos, y me fui a mi dormitorio. Me acosté; pero, al cabo de un buen rato de espera, me levanté y me dirigí a la habitación de mamá. Y, desde el pasillo, ya escuché los característicos jadeos y suspiros de los dos; además, percibí el acompasado crujir del somier.
Luego, por la entreabierta puerta, la vi a ella materialmente sentada sobre la polla de mi amigo, subiendo y bajando como si estuviera montada en un caballito de «tío vivo»; sus tetas repetían el movimiento que le imprimían las emboladas de la follada... ¡Esto hizo que mi polla creciera al máximo!. Sentí deseos de entrar en el dormitorio; pero la gran «corrida» de mamá, que acompañó de una serie de tacos y balbuceos, me hizo eyacular... ¡Qué tromba de leche solté!
Enseguida, vi cómo Charles se levantaba para ir al baño. Aquí me hice el encontradizo con él, y le pedí que viniera un ratito a mi cama. Al cabo de unos minutos, entró en mi dormitorio, donde yo le esperaba con la polla tiesa. Luego, le hice descansar los brazos y la cabeza sobre un sillón, para que su culo quedara al aire, preparado para recibir. Le acaricié todo el agujero del ano con la lengua, y le coloqué a cien por hora. Como yo había rebasado este quilometraje, inicié el ataque a su retaguardia.
Nada más que le penetré, él empezó a gritar y a mover el culo de tanto gustó como sentía. Mi «mete y saca» iba sin parar, y su voz, temblorosa, me gritó que no había nada en el mundo que pudiera darle tanto gusto como yo. A mi vez, dentro del placer que estaba obteniendo, pude ver que mamá se encontraba en la puerta de mi dormitorio, viendo cómo su hijo le daba por el culo a su mejor amigo. Por eso le pedí a Charles que repitiera lo que había dicho:
—¡Sí, Agustín, cariño mío... Nadie me da tanto gusto como tu polla... Sigue... Sigue dándome... por el culo... Aaaaay... Ya.... Ya...!
A esas alturas Charles ya se había corrido por segunda vez, lo mismo que yo le había llenado el culo de leche. Luego, mamá se retiró; al cabo de un rato, mi amante también se fue a la cama. Y, al día siguiente, estando solos ella y yo, al verla silenciosa y como enfadada, le dije crudamente:
—Vamos a ser sinceros, querida. Sé que ayer me viste haciendo gozar a tu amante... ¡Pero yo también te he podido ver jodiendo con él!
Me miró extrañada. Y seguí contándole cómo le había visto follando con Charles, y añadí:
—Si tú le pones los cuernos a papá con mi mejor amigo, ¿por qué me reprochas que yo te los ponga a ti con tu amante? Creo que así queda todo compensado porque a parte de vengar el honor de papá, le doy por el culo a Charles...
La reacción de mamá fue echarse a reír. Y yo le acompañé en la diversión.
—¡Eres un diablo!. Reconozco que tu forma de ver las cosa: es muy original; además, el gusto que le das al «cabrón» de tu amigo, al que le gustan mucho las mujeres, cuenta con el hecho de que está enamorado de ti.
Una noche más tarde, estando cenando solos, mamá me comentó:
—¡Mira que complicamos las cosas: yo me acuesto con Charles, y tú con él!. ¿Por qué no simplificamos el juego? Podemos enterdernos tú y yo, sin que nadie tenga que enterarse. Además lo que hacéis Charles y tú es mi debilidad.
Una hora después, mientras descansábamos luego de obtener tres eyaculaciones de campeonato —una de ellas en el culo de mamá—, ella me dijo:
—¡Qué ciega he sido!. ¡Por que tú, no sólo jodes y lames mejor que Charles, sino que das por el culo prodigiosamente, y le ganas en tamaño de polla!. Pero lo que más me gusta de ti, hasta sentir un orgasmo, es la maravillosa venganza que se te ocurrió al darle por el culo a mi amante...!
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