La monitora dominada

Me llamo Loli, tengo 38 años, soy rubia y bastante bonita. Trabajo de monitora de niños. Voy en el coche del colegio a buscarlos a sus casas, y me ocupo de sus entradas y salidas. Hace cuatro años que estoy divorciada. Me propongo contaros una aventura que me sucedió hace unos días durante mi horario laboral.

Una de las paradas la hicimos en una esquina, junto a una cafetería. Y el automóvil del dueño estaba colocado de tal manera que impedía el normal acceso de los niños al autobús. Por lo que me vi obligada a entrar en el local, para pedir a aquel hombre que nos facilitase el trabajo.

Me encontré ante un sujeto de unos cincuenta años, fuerte, guapo, con las sienes plateadas y muy simpático. Su mujer se encontraba tras el mostrador, y me fijé que era una morenaza gruesa, de aire severo y poco amable. Resultó que los informe que me habían dado sobre el coche estaban equivocados, y ninguno de ellos era su propietario. Así que cuando me despedí, él me sorprendió con esta frase:

—Las mujercitas que cometen equivocaciones como esas, ¡se merecen una buena azotaina en el culo con las bragas bajadas!

Me noté aturdida y enrojecí violentamente. Y me pasé todo el día pensando en lo mismo, sin podérmelo quitar de la cabeza.

Unos días más tarde, se repitió la faena y, nada más bajar del autobús, me lo encontré en la acera esperándome. Al momento me dijo:

—Esta vez procure no equivocarse, porque si no... ¡Ya sabe, las nalgas al aire y «pan, pan»...!

Me sorprendí a mí misma replicandole:

—¡Pues voy a confesarle a usted que eso no me disgustaría mucho!

—La cosa está hecha. Si quiere podemos probarlo uno de estos días. ¡Ya sabe dónde puede encontrarme!

Durante las horas siguientes no dejé de sopesar aquella proposición. La verdad es que se había despertado en mí una ansiedad muy extraña.

Y el lunes, que la cafetería estaba cerrada por descanso del personal, vi que él me estaba aguardando en la parada del autobús. Y cuando terminé de ayudar a los niños a subir, me dijo con tono de voz que me sonó a una orden:

—Después de que finalice su trabajo, venga a verme. Hoy dispongo de muchas horas libres, ¡y me cuidaré de enrojecerle el trasero!

Por unos instantes fue mi rostro el que se encendió igual que una amapola; mientras, le veía alejarse de mi lado. Continué con mis obligaciones laborales, sin quitarme de la mente la invitación tan morbosa... La idea de que él me fuera a azotar me excitaba una enormidad. Se me mojaron las bragas con sólo imaginarlo.

Como siempre, llevaba un uniforme azul marino, compuesto de falda, chaqueta, blusa blanca, guantes del mismo color, casquete y unas botas negras. A la hora de terminar en el colegio no sabía qué hacer. Me veía enfrentada a una serie de dudas: por una parte, me atraía fuertemente la azotaina; y por otra, me asustaba semejante sometimiento a un desconocido.

Al fin me decidí. Pronto me encontré llamando a la puerta de la cafetería. El dueño me hizo pasar nada más verme a través de la cristalera, y me invitó a merendar. Las cortinas estaban echadas.

Luego de tomar unos bollos y una taza de leche, me quité la chaqueta, que él colocó en un colgador. Estuvimos charlando de unas cosas y otras; y a la vez, yo no dejaba de pensar en la azotaina.

Mis bragas se hallaban muy mojadas. De repente me preguntó:

—¿Se encuentra usted dispuesta para el castigo?

—Sí —respondí con una voz muy débil.

Entonces pasó al comedor del restaurante anejo a la cafetería, se sentó en una banqueta, me miró fríamente y exclamó:

—¡Ven aquí, estúpida, y échate en mis rodillas!

Obedecí sumisamente. Sobre sus duras piernas, noté que me levantaba la falda; luego, me bajó los leotardos y las bragas, que deslizó hasta las botas. Al darse cuenta del estado en el que se encontraban mis bragas, me dijo cruelmente:

—¡Como castigo por mearte, vas a recibir la azotaina completamente desnuda! ¡Así te notarás más humillada!

Hizo que me levantase y que me quitara la falda; luego, él mismo me descalzó de las botas y, acto seguido, se cuidó de desembarazarme del slip y las medias. Una vez desnuda, aprovechó para contemplarme a su gusto.

Después, me volvió a echar en sus rodillas y me propinó una soberbia azotaina. En aquel mismo instante escuché una voz femenina:

—¡Pero qué culo más bonito hay aquí!

Miré hacia atrás, moviendo el cuello con rapidez, y vi a la dueña de la cafetería. Se mostraba alegre y satisfecha, ya que había asistido a toda la escena anterior.

—¿Te gusta como te ha pegado mi marido? ¡Anda, prepárate a pasarlo mucho mejor! Te vas a poner las bragas mojadas en la cabeza.

Me las colocó en la nariz; luego, ella también se desnudó. Me di cuenta de que, a pesar de sus gorduras, disponía de un cuerpo muy bien hecho.

—¡Ahora me vas a chupar el coño y el ano! —me ordenó.

Entre los dos me echaron en una mesa, y ella acercó su chichi a mis labios. La obedecí y gozó de unos orgasmos exagerados varias veces seguidas. Nada más quedó satisfecha, le quitó los pantalones a su marido y le masturbó ante sus ojos.

Aquel hombre disponía de una polla enorme, que tuve que chupar para que él también gozase. Al principio, me mostré algo indecisa; sin embargo, ella me obligó a ocupar el mostrador.

—Mi marido te va a chupar a ti.

El tipo lo hizo; mientras, su esposa me acariciaba. Para finalizar, él me folló sobre la moqueta y yo le mamé el coño a ella. Volví a realizar una felación antes de vestirme.

Yo quería marcharme de la cafetería, pues se aproximaba la hora de salida de los niños. Entonces, la mujer me quitó la falda, la blusa y la ropa interior y sólo dejó que me pusiera las medias y el abrigo.

—Tendrás que ir así, teniendo cuidado de que no descubran que vas desnuda. Nosotros te estaremos esperando aquí. ¡Porque vas a volver una vez termines el trabajo!

Lo hice temblando, por miedo a que se me abriera el abrigo. Pero no se produjo ningún incidente. Por fin pude regresar a por mi ropa. Sin embargo, ella se empeñó en volver a azotarme personalmente.

He visitado la cafetería muchas veces. Para que me dominen y me golpeen. Hacen los dos de mí lo que se les antoja. Hasta me sodomizan. Lo mejor llega cuando puedo chuparles los genitales.

LOLI - VALENCIA


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