Unos globos maravillosos

Nada me hacía prever que aquel cálido día de julio iba a terminar de una forma tan original. Estábamos en una colonia de vacaciones preparando la fiesta del 15 de agosto. Laura me había pedido que le ayudase a hinchar globos. Y como allí había más de mil, empecé a hacerlo desde por la mañana temprano. Me encontraba en una habitación tranquila y todo el techo se venía repleto de globos.

Al mediodía llegó Laura a preguntarme qué tal iba. Le pedí que fuese atando las cuerdas para que nos cundiese el trabajo. Puedo aseguraros que no pretendía ninguna otra cosa, ni remotamente pude imaginar lo que iba a suceder. La verdad es que resulta difícil adivinar lo que jamás se ha podido disfrutar.

En un momento imposible de predecir, Laura cogió un globo entre sus brazos y empezó a chuparlo diciendo:

—¡Adiós, baloncito querido!

Este simple hecho me excitó muchísimo e hice lo mismo con el globo que estaba sosteniendo. Ella se echó a reír y me explicó:

—Me gusta mucho este olor de la goma.

Para entonces los globos llenaban la habitación y casi nos costaba trabajo movernos.

— ¡Qué calor hace! — exclamó Laura—. Vamos a ponernos cómodos, Enrique.

Pese a la cantidad de globos, me di cuenta de que la chavala se había desnudado. Por lo que me quité los pantalones y la camisa, para quedarme sólo con el slip.

Mi polla estaba en una erección creciente, que me dio un poco de vergüenza mostrar. Afortunadamente había allí muchos elementos que me permitieron taparme. Lo conseguí a medias.

—Es terrible —dijo Laura, con un susurro lujurioso— ¡pero los globos me despiertan unos deseos insospechados! ¡Son tan suaves, redondos y provocativos! Me recuerdan a los preservativos que utiliza mi padre... ¿Te he contado alguna vez que siendo una niña me dio por inflar uno?

Mientras bromeaba cogió unos cuantos por las cuerdas y empezó a frotarse el cuerpo con ellos. Me calentó una enormidad verla desnuda realizando aquel ejercicio. Por este motivo me quité el slip y mi polla surgió con una erección imposible de disimular, debido a que tenía delante un globo muy transparente.

De tal manera que Laura se echó a reír, apuntó uno de sus dedos hacia mi cipote y se burló:

—¡Chico, cómo te has puesto por tan poco! ¡Se diría que me has visto por vez primera!

Traté de abrazarla, pero se me escapó entre los globos. Me vi obligado a estallar más de media docena para poder alcanzarla.

Al fin me tendió los brazos, y saltamos por encima de los globos para estrechar nuestros cuerpos. Besé su boca burlona y encontré una lengua inquieta en la caricia. Nos recreamos en el contacto, estimulados por la sensación de inestabilidad. Era imposible mantenerse de pie.

Desnuda, Laura resultaba un verdadero monumento. Oscilante, riente y jueguetón, pero un monumento. Parecía mentira que la ropa que siempre llevaba encima no me hubiese permitido adivinar las maravillas de su cuerpo. Estaba admirándola, extasiado, cuando me caí al suelo por culpa de los globos que había estado pisando. No sé los que reventé.

—Desnúdate del todo, no seas lento —me exigió, empezando a excitarse el coño con una mano.

Me quité el resto de la ropa —la camisa y una camiseta—, manteniendo la mirada fija en el sensacional cuerpazo de la chavala.

Los globos nos impedían las acciones; sin embargo, este obstáculo era un desafío que nos empujaba a quererlo vencer, a seguir adelante. No sé cómo, pero ella se aproximó a mí sin interrumpir las frotaciones entre la ensortijada pelambrera de su coño. La empujé con los pies.

Cayó sobre los globos, reventando tres o cuatro. La fortuna quiso que se quedara muy cerca de mí. Pronto la tuve encima, enroscada como una serpiente apoderándose de su presa indefensa.

Me besó los pezoncillos y empezó a bajar sin dejar de lamerme el abdomen. Después, ensalivó mis huevos —todo en un juego de oscilaciones excitantes, por la cama de globos—. Lo realizó a golpes de lengua y ya inició la escalada por toda mi polla hasta llegar al capullo.

Con los ojos bien abiertos y jadeando aprobatoriamente, chupaba, aspiraba, lamía... Mi carajo estaba a punto de romperse ante aquella mamada descomunal. Entonces montamos un 69 cayéndonos hacia todos los lados y con suma delicadeza para no seguir reventando globos. Yo me dediqué al coñito de Laura, la cual, tumbada, se retorcía de gusto.

Minutos más tarde, conseguí situarme detrás de ella con mi verga gloriosamente erecta. Como si se tratara de un berbiquí me abrí paso a través de su culo. Al notar el contacto de la gordísima polla, extendió las piernas todavía más.

La porra de carne horadó materialmente su ano estrecho y caliente, húmedo y excitante. Fue entrando, centímetro a centímetro, hasta el final. Laura se movía entre indescriptibles espasmos.

—¡Es demasiado, demasiado! —clamaba.

Y tenía razón en decirlo. Mi experta polla seguía atravesándole el ano, y dos dedos de mi mano derecha le perforaban el esfínter. La llevé a un orgasmo brutal. Retorciéndose sin ningún control.

Volvieron a tronar los estallidos de los globos, caímos por el suelo al seguir apoyados, sólo en parte, sobre tan móvil y aparatosa alfombra. Ella lanzó un chillido agudísimo en el instante que a mí me bajaba la leche, igual que una catarata.

Al advertir mi semen en su recto, Laura aumentó la intensidad de sus gritos. Con la verga chorreando esperma volvió a tirarme sobre los globos, y me montó con la boca abierta de par en par.

Mi instrumento desapareció dentro de sus labios y sufriendo todo tipo de agitaciones por parte de una hembra desencadenada: adentro, afuera, arriba, abajo, en rotación...

De pronto, en el pasillo, un compañero nos gritó:

—¡Dejad de hinchar globos! ¡Va a llover y no podremos organizar la fiesta!

Pero yo seguía junto a Laura que, sin perder el tiempo, me chupaba la verga como una loca. Por unos momentos pensé que ella seguía creyendo que estaba hinchando globos. Los cojones me quedaron bien repletos y en el capullo sentí una especie de vacío...

Todo aquello era maravilloso, especialmente mi nueva eyaculación. Terminé momentáneamente rendido. Entonces, en el eventual descanso, tuve ocasión de admirar las habilidades de mi queridísima Laura.

La forma como se acariciaba el coño, en una asombrosa masturbación que desafiaba el equilibrio sobre los globos. La dejé actuar, sin intervenir, hasta que se corrió...

De inmediato volvimos a reunirnos, caminando agachados y sorteando globos que parecían venir a obstaculizarnos el camino. Ella me chupó la verga y, al mismo tiempo, se titiló el clítoris con inusitada violencia.

Me sentí obligado a ocupar mis manos en algo, así que introduje un par de dedos de la mano izquierda en su ojete, mientras que con la derecha le masajeaba las tetas.

Como es lógico y normal reincidimos en corrernos los dos, tras lo cual nos derrumbamos entre el suelo repleto de globos, jadeantes y sonrientes. La experiencia había sido de las que necesariamente tienen que divulgarse.

Mi excitación llegó a tales límites que la penetré por tercera vez sobre el lecho de globos. Algunos estallaban en medio de nuestro combate sexual. Lo que nos continuaba excitando todavía más. Mientras, los compañeros nos preguntaban desde el pasillo por qué hacíamos tanto ruido.

Y al llegar la noche, cuando ya los niños estuvieron acostados, invité a Laura para repetir la follada sobre los globos. Organizamos un ambiente increíble, y los dos nos sentimos agradecidísimos a la tormenta que nos había hecho descubrir una manera de jugar con los globos mucho más divertida que la de lanzarlos al aire sin esperanza de recuperarlos.

Todo lo anterior me ha llevado a pensar que el lugar tiene mucha importancia en la follada, sobre todo si existe un riesgo en potencia y una situación insólita. No es que yo sea contrario a la tradicional cama, pero me atraen más las otras variantes. Lo mismo le sucede a Laura, con la que continuo saliendo y jodiendo.

Todavía añoramos los globos, y estamos soñando que vuelva a organizarse una fiesta similar. Claro que nos parece que los demás profesores y monitores han adivinado la causa de que apareciesen más de cuarenta globos reventados. Hemos metido en nuestra cama diez o veinte globos de los que se venden en las ferias, pero no es lo mismo.

Ya os escribiré sobre nuevas ideas que hemos puesto en práctica para follar. Recibid nuestro agradecimiento por la labor que estáis realizando con esta web.

Enrique-Santander

 


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