Me permites que te ayude

Hacía unos meses que había muerto mamá y papá quedó destrozado. Se querían mucho, a pesar de que yo ponía de mi parte todo lo que podía para animarle, saliendo con él de paseo procurando sustituir en todo lo que podía a mamá haciendo y preparando las cosas como ella las hacía.

Tengo 24 años, papá 44. A mí me tuvieron de penalti, así que se casaron muy jóvenes.

Teníamos un taller de modistas en casa con dos chicas, mamá y yo. Cuando ella murió me hice cargo de todo. Con lo que ganábamos nosotras y el sueldo de papá vivíamos muy bien, teníamos una selecta clientela. Yo me desvivía por hacer feliz a papá.

Un sábado habíamos quedado en salir fuera a comer a un pueblo. Como se hacía tarde y no se levantaba fui a su habitación. Entré sin llamar creyendo que estaría dormido y al mirar a su cama me quedé parada. Papá estaba boca arriba con los ojos cerrados, con una mano en la polla que la tenía tiesa, acariciándosela, masturbándose.

Encima de la cama, tenía unas revistas pornos. Eran viejas, la conocí porque ya las había visto alguna vez, junto a la otra mano tenía una toalla, ahora comprendo que desde hacía unas semanas una de las toallas de papá la encontré muy apelmazada y la felpa a trozos muy tiesa, no sabía qué podía ser. Era del semen de papá que lo escupía su polla en la toalla. Como no se dio cuenta de mi presencia, observé su masturbación, el sube y baja de su mano sobre su tiesa polla. Tenía un capullo que se le había puesto rojo. No me pude contener, me acerqué a la cama y le dije.

—¿Me permites que te ayude?, mi mano es más suave papá.

Se sobresaltó, abrió los ojos y dijo:

—¿Qué haces tú aquí?

—Como no salías, entré a ver qué te pasaba. ¿Ya no te acuerdas que ayer quedamos en comer hoy fuera de casa? Ya veo que no. Por lo visto tenías algo muy interesante entre manos. Déjame que te ayude, tienes que enseñarme a hacer muchas cosas.

—¿Pero qué estás haciendo? —dijo papá.

—Tú calla y estáte quieto.

Empecé acariciándole la polla que la tenía tiesa y dura. Cerré mi mano sobre ella y aún sobresalía un buen trozo. Debía medir unos 18 cm era muy gorda y muy suave. Despacio moví la mano de arriba a bajo como si le diera un suave masaje, con la otra mano acariciaba sus muslos y sus huevos que eran muy gordos, luego acerqué mi boca a la polla, rocé mis labios por el capullo varias veces, pasé la lengua y lamí su capullo y todo lo largo de su tiesa picha, abrí la boca y rechupeteé un buen rato. Papá se estremecía.

Puso sus manos sobre mi cabeza presionando sobre ella, entonces yo metí un buen trozo de polla dentro de mi boca y empecé un sube y baja, a lo largo de su cipote. Al tiempo que le lamía el prepucio, papá se tensó, se puso rígido, se movía y resoplaba. Sus manos presionaban cada vez más en mi cabeza, yo chupaba cada vez con mas deseo. Me gustaba el sabor de aquel cipote. A él le temblaba todo su cuerpo. De pronto su polla se agitó dentro de mi boca, papá con un fuerte suspiro dijo:

—Retírate que me voy a correr.

Yo no hice caso y chupe más fuerte. De pronto su polla, cual lanza llamas, empezó a lanzar leche dentro de mi boca. Como me cogió de sorpresa y era la primera vez, se me llenó la boca, pero reaccioné y empecé a tragar hasta que la polla dejó de disparar leche y de agitarse. Seguí chupando, hasta dejarla limpia de restos de lefa. Lo encontré agradable. Me gustó.

—Julia, cariño, quítate la bata y la braga y ponte de cuclillas o de rodillas encima de mí, voy a hacerte algo que te gustará.

Así lo hice, me puse como papá me indicó. Para sentirme mejor me agarré a la cabecera de la cama, la postura era muy excitante. Mi chocho y mi culo quedaron sobre la boca de papá. Me puso una mano en cada nalga para separarlas bien y dio comienzo una lamida a todo lo largo de mi raja, desde el chocho al ojete. Con la lengua iba de un agujero a otro. Al primer lengüetazo di un ¡ay! de gusto. Me estremecí de placer. Todo mi cuerpo se puso en tensión, la lengua seguía lamiendo. Cuando la tenía en el chocho chupándole el clítoris, me hacía estremecer de gusto. Tanto me excitaba que daba pequeños gritos de placer y de deseo.

—¡Ay papá cómo me pones no puedo más. Cómo me excita tu lengua en mi chocho... aaah!

Después deslizaba su lengua a mi ano y allí el placer era más suave, delicioso y relajante, como me gustaba. Así estuvimos mucho rato. Me hizo correr varias veces. La última vez que me corrí me puse tan excitada que casi gritaba de gusto. Papá me lamía el chocho, me chupaba clítoris y un dedo me lo había metido por el ano. Entre lo excitada que me ponían sus chupadas de clítoris y el gusto que me estaba dando su dedo en el anillo del esfínter que lo movía en todas las direcciones. Me puso tan cachonda y tan excitada que empecé a restregar mi chocho contra la boca de papá, que hasta la nariz entraba en mi coño. Estaba a punto de correrme, grité.

—¡Más papá, toma coño cómetelo! ¡Más, más, me voy, ahora, ya!

Se convulsionó todo mi cuerpo, por unos segundos se fue la luz de mis ojos, casi me desmayé de gusto, quedé temblando. Gracias que estaba agarrada a la cabecera de la cama, si no, me hubiese caído sobre papá. Aún así, quedé sentada sobre su cabeza solo unos segundos. Me eché en la cama toda despatarrada, contenta y satisfecha, por las irresistibles caricias recibida en mi chocho, mi agujero anal aún vírgenes, pero deseando dejar de serlo.

Salimos a comer fuera, lo pasamos muy bien. Al atardece regresamos a casa, cenamos ligeramente, nos duchamos uno en cada baño y cuando salí me puse una toalla rodeada al cuerpo, me dirigí a la habitación de papá. El ya estaba en la cama, al verme me dijo:

—Mira, Julia, lo he pasado muy bien, pero creo que no debemos continuar, no quiero que un día te pudieras arrepentir de haber hecho el amor con tu padre. Creo que es lo mejor.

—Debo recordarte papá que no fuiste tú el que me provocó, que fui yo y además soy mayor de edad y consciente de lo que hago, ahora si es que no te gusto y te he defraudado, en ese caso lo dejamos, pero has de saber que yo te quiero y te deseo. ¿Es que tú no me quieres? ¿Es que no te gusto?

Dicho esto me quité la toalla y me mostré ante él completamente desnuda.

—Dime, papá, ¿no te gusto?

—Pero hija ¿qué dices?, yo te quiero, te adoro y me gustas mucho. ¿Cómo quieres que no me guste un cuerpo como el tuyo, con esos pechos, ese coño tan hermoso, esos muslos y ese culo tan provocativo? Además contigo lo he pasado muy bien, he gozado como hace años no gozaba.

—Entonces ¿a qué esperamos?

Me eché sobre él, nos abrazamos, empezamos a revolvernos por la cama. El roce de nuestros cuerpos desnudos pronto nos excito a los dos, a él se le puso tiesa la picha y a mí el coño húmedo. Papá me enseñó a hacer el 69. Nos pusimos en posición. El empezó a lamerme el chocho, el clítoris y mi ojete, yo a mamar su polla. Me corrí varias veces, poco antes de terminar metió un dedo en mi ano. Esto hizo excitarme más, teniendo un intenso orgasmo. Papá llenó de leche mi boca y garganta, gozamos tanto o más por la mañana. Fue un estupendo 69. Descansamos sin dejar de acariciarnos. Al cabo de un rato consiguió ponerle la picha tiesa. Como sus manos no habían dejado de acariciar mi culo y el agujero del ano le pregunté:

—¿Te apetece sodomizarme, papá?

—Me gustaría, tienes un estupendo culo y un tierno agujero.

—Métemela, pero ves despacio, es virgen.

Se incorporó, cogió una crema, me hizo poner a cuatro patas, me untó bien el ano por fuera y por dentro con la crema y el se dio bien en la polla.

— Julia, cariño, sepárate bien las nalgas. Eso es, así está estupendo.

Noté el roce de su picha por la canaleta de mi culo, la frotó en la entrada de mi agujero, sentí cómo presionaba e inició un suave mete saca sin separar la picha de la entrada, como preparación para el ataque final. Yo notaba la presión de su ariete sobre mi esfínter, que iba cediendo, abriéndose, hasta que noté que un buen trozo de ariete se colaba dentro. Di un ¡ay!, no de dolor, pues no me había hecho daño, sino de sorpresa.

—¿Te hice daño? —preguntó papá.

—No.

—Ahora mueve un poco tu culo para facilitar la entrada y la colocación, eso es, así está muy bien.

La picha se deslizaba dentro de mi culo, llenando con su grosor mi intestino recto. El roce de la polla en el anillo de mi esfínter y a lo largo de mi intestino me daba un placer tan suave que me quedé quieta disfrutando de las delicias de la enculada, hasta que papá me puso una mano en el chocho y empezó a tocarme el clítoris, entonces empecé a mover mi culo, estaba a punto de correrme.

—Empuja papá, empuja, metemela toda.

—Ya está toda dentro, ¡ooh! Julia, qué bueno me sabe tu culo, qué suave y caliente lo tienes, cómo disfruto dándote por culo, cariño —decía papá, loco de excitación—. Qué agujero tan rico tienes, cómo disfruto, qué bien se ajusta mi picha a tu agujero. Que me corro ¡aay!, qué bueno. ¡Qué enculada, Julia, qué enculada. Toma leche y picha.

Quedó sobre mí, seguía tocándome el clítoris, mientras su picha daba los últimos latidos. Yo había disfrutado mucho. La penetración, fue suave, lenta sin daño ni dolor. Mi esfínter parecía que se iba a rasgar pero no pasó nada, cedí lo suficiente. Yo me corrí varias veces, luego entramos en el baño a lavarnos. A papá le apeteció lavarme el coño y el culo en el bidet, así lo hizo, con lo que me causó un gran placer.

Me excitó mucho. Luego me secó, me besó el coño, los muslos y el culo. Yo se los pasé el uno y el otro por la cara y le lavé la picha y los huevos. Le sequé y nos fuimos a la cama. Seguimos sobándonos, me chupaba las tetas y yo me ponía muy cachonda.

—Papá, la picha se te está poniendo tiesa.

—Ven, julia, hagamos un 69.

Me puse encima de él y empezamos a chuparnos con ardor, con deseos de gozar y hacer gozar hasta corrernos, quedando agotados. Poco después quedamos dormidos.

A la mañana siguiente me levanté y me duché, estaba muy contenta, rebosante de satisfacción. Desayuné y entré a ver a papá. Estaba despierto y le dije:

—Ya tienes preparado el desayuno, te duchas y desayunaremos. Como es sábado tengo que comprar algunas cosas.

—Ven —dijo papá—, dame un beso. ¿Sabes que estás muy guapa y muy buena? Eres un gran bombón.

—¿Ahora te enteras? ¿O es por lo de anoche? Si es así esta noche te daré más, mucho más. Ahora déjame; tengo prisa. Vístete saldremos un rato a pasear.

Así lo hicimos. Salimos por la mañana un rato. Después de comer nos sentamos en el salón a tomar café y algún licor y a ver la TV y como ponían una película entretenida, prestamos atención, sin dejar de darnos algún beso y de acariciarnos.

Cuando terminó la película, papá ya tenía la picha tiesa. Yo el coño mojado y con ganas de jaleo. El ojete más blando que un flan por las exploraciones y los masajes que papá me había hecho.

Como estaba despatarrada y sin braga, se arrodilló, atrajo mi culo hasta el borde del sofá, empezó a lamer mi chocho y mi anillo cular.

—¿Por qué no nos vamos a la cama? —dije a mi padre—. Allí estamos mejor y más cómodos.

—Tienes razón hija, te vi tan mojada y tan cachonda que te iba a dar un anticipo.

Una vez allí quiso hacerme una lamida en el canto de la cama, pero yo le dije:

—Mejor hacemos un 69, así gozamos los dos a la vez.

Repetir lo que hicimos y disfrutamos ya lo podéis imaginar. Una vez que nos corrimos él llenó de leche mi boca y yo me corrí dos veces.

Descansamos un buen rato. Fui yo la que empezó a masajear la polla de papá mientras él me chupaba las tetas y los pezones. Su picha empezó a reaccionar, entonces me incorporé, empecé a rozarle mis pezones por su cipote. Esto le hizo estremecer y a mí también, así estuve un rato metiendo su picha entre mis tetas y frotando la polla con ellas. Así llego la máxima erección de su cipote. Entonces me eché boca arriba, con las piernas dobladas por las rodillas y muy separadas. Me abrí el chocho con las manos y le dije:

—Ven papá, méteme la picha en el coño, quiero joder y que me desvirgues. Lo necesito. Mira cómo tengo el coño, rojo deseo, de ganas de joder.

—Pero hija, no puede ser, te puedo dejar embarazada y fíjate qué plan. Eso no, Julia.

—No papá, por eso no te preocupes, ya hace tiempo que pensaba en esto y empecé a tomar la píldora, así que tranquilízate, puedes joder con tu hijita y desvirgarla, lo estoy deseando desde hace tiempo pero no encontraba el momento de proponértelo hasta ayer. Ahí lo tienes abierto, esperando tu cipote para que entre hasta el fondo y regalarte con su virgo.

Papá no dijo nada más. Se puso entre mis piernas, apuntó con su cipote a la entrada de mi coño y presionó suavemente. La picha empezó a entrar en mi húmedo chocho. Noté cómo pasó cada vez más hondo. Yo notaba una sensación entre escozor y gusto. Papá empezó a bombear y cada vez sentía la polla más profunda. De pronto tropezó en algo, me dijo:

—Prepárate, relájate voy a por tu virgo.

Noté una embestida más fuerte. Algo se rasgó dentro de mi. La picha se coló hasta golpear sus huevos con mi coño. Yo lancé un ¡Ay!. Papá se detuvo. Ya mi capullo se había convertido en flor.

Entre gusto y escozor seguimos jodiendo con más placer que dolor, así hasta que nos corrimos. Papá no dejó de besarme los pezones hasta terminar de correrme y se quedó encima de mí hasta que la picha se aflojó.

Ahora somos muy felices.

JULIA - ALBACETE


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