Una coja muy cachonda
Quiero hablarles de Teresa, mi prima. Es una chica que está muy bien, pero tiene un defecto físico: es un poco coja. Por lo demás resulta una tía guapa, de hermoso tipo, estupendas tetas y un impresionante culo. Esto se le ve a simple vista. Además posee una simpatía extraordinaria. Nos apreciamos mucho. Siempre que nos encontramos, hablamos de nuestras cosas. Pese a sus cualidades nunca había tenido suerte con los chicos, quizá debido a la cojera. Ella cuenta 25 años, mientras que yo he cumplido los 23.
Hace unos dos años recuerdo que la saludé con un beso, como era nuestra costumbre. Y ella me dedicó una sonrisa y me preguntó:
—¿Me invitas a un café, primito?
—A lo que tú quieras. Siempre estoy dispuesto a complacerte en todo lo que me pidas.
Esto sucedía un viernes. Los dos acabábamos de salir del trabajo. Entramos en una cafetería, ocupamos una mesa del rincón a petición suya y comenzamos a charlar de nuestras vidas. Me preguntó si tenía novia, y se extrañó al escuchar mi negativa.
—Salgo con alguna, pero no es nada serio —añadí, pensando que me interesaba más saber cómo le iba a ella—¿Cómo vas tú de amores?
—Nada de nada. Me resulta imposible encontrar quien me quiera. Con esta facha todos huyen de mí.
—¡Calla, si eres guapísima! Tienes una excelente figura, una simpatía desbordante y una sonrisa encantadora.
—Pues, a pesar de lo que tú dices por alagarme, aquí estoy sin comerme una rosca. Y no es porque no esté deseando tener un amigo íntimo para saber algo del amor... ¡Como entenderás no voy a ir por ahí diciendo a los tíos que me gustaría hacer el amor con ellos!. A ti puedo confesártelo porque nos tenemos mucha confianza. La verdad es que desearía probarlo, aunque sólo fuera para no morirme sin saber qué es eso... ¡Perdona mis palabras!. Hoy me siento tan enormemente nerviosa...
Puse una mano sobre la de ella para acariciársela. Teresa aceptó mi ayuda, porque no cesaba de decirle palabras amables. Hasta que le propuse:
—¿Te gustaría hacer el amor conmigo?
—¡Claro que sí!. Pero no quisiera que te sacrificaras por mí.
—¿Qué dices? ¡Me gustas mucho y te deseo, Tere!
—Entonces vayamos a mi casa. Estoy sola. Mamá se ha ido al pueblo y no regresará hasta finales de mes.
Una vez en su piso, la abracé y besé diciéndole que era un sol. Nos fuimos al cuarto de baño para refrescarnos un poco. Nos quitamos la ropa y ella se quedó con las bragas y el sujetador... ¡Vaya, cómo estaba mi primita!. Marchaba delante de mí, con lo que su espléndido culo se movía tanto que me excitó.
La abracé por detrás y alcancé sus tetas. La besé en el cuello y por la espalda. Mi polla se aplastaba y restregaba por su trasero. Ella se volvió hacia mí. Nuestras lenguas se entrelazaron.
—Ten paciencia, cariño —me pidió Teresa—. Vamos a ducharnos. Disponemos de tiempo para todo. Anda, suéltame el sujetador.
Así lo hice. Sus tetas quedaron al aire. Al verlas exclamé:
—¿Sabes que tiene unos pechos muy bonitos y unos pezones muy atractivos?
Comencé a titilar sus pezones. Me pidió que le quitara las bragas. Me arrodillé a su lado para complacerla. Ante mí quedó su hermoso coño. La lamí los muslos con ardor y deseo. Luego entré en sus ingles. Ella se estremeció, a la vez que acariciaba mi cabeza.
—Por favor, no quisiera que me marcases... ¡Soy toda tuya, Luis!. Creo que antes debemos ducharnos.
Mi polla estaba durísima y desafiante.
—¡Vaya cipote que tienes ahí!
Me lo tocó y acarició, llenándolo de piropos. Estaba deseando gozarle. Una vez en la bañera, nos enjabonamos el uno al otro, Magreándonos a placer.
Más tarde nos secamos con las toallas. Y ya me entregué a besarle las tetas y a chuparle los pezones. Al mismo tiempo, con una mano por delante y por atrás recorrí su cuerpo, hasta llegar a su chumino con la derecha. En seguida localicé su clítoris y me puse a manipularlo.
Tere se estremeció, soltó un «¡ay!» y separó las piernas. Con las yemas de los dedos alcancé el botón de su placer. Recorrí con la izquierda la raja de su ano, hasta introducirle el índice en el orificio. La perforé profundamente. Le estaba proporcionando un doble placer. Mientras, mi capullo le rozaba el vientre.
Mi prima se agitaba abrazada a mí, moviendo su cuerpo y empezó a convulsionarse porque le estaba llegando el orgasmo. Creo que se hubiera caído al suelo de no haberle sujetado con mis dos manos. Reaccionó en seguida. Se lavó el chichi y me invitó a ir a la cama. Se tumbó en un lateral, boca arriba y con los pies colgando fuera... ¡Vaya postura más propicia para mis deseos sexuales!.
Me puse a besar los muslos, el chumino y todas las ingles. Separé los rizos que tapaban la entrada y rocé su diminuta peladilla del placer. Mi prima dio un grito, se abrió de muslos, puso sus pies sobre un borde del lecho y las dos oquedades quedaron a mi disposición. Entonces colocó sus manos sobre mi cabeza, acariciándomela y apretándola suavemente contra su chumino. Tuve que lamer a plenitud, empleando la punta de la lengua y ejerciendo presión para que se abriera su esfínter.
Ella no cesaba de suspirar y de retorcerse. Se le escapó un chorro de frases encendidas:
—¡Querido Luis, me estás haciendo la mujer más feliz del mundo...! ¡Nunca pude creer que se pudiera disfrutar tanto! ¡Y menos que me lo fueras a hacer tú... Es fabuloso...!
Se había colocado perfectamente en la cama, con los brazos extendidos y pidiéndome que me echara sobre ella!
—¡Adelante, quiero regalarte con la primicia de ser el hombre que me desvirga!. ¡Te lo mereces por lo mucho que me has hecho disfrutar!
Yo tenía la picha muy tiesa. Me encajé entre sus piernas y acerqué el cipote a la entrada de su chichi. Ella lo cogió y se lo restregó por toda la zona. Empujé para entrar con suavidad, realizándolo con lentitud. A la vez me ayudaba chupando sus pezones.
Tere me abrazó y cruzó sus pies alrededor de mi espalda, iniciando una agresiva oscilación con sus caderas. Di comienzo a un leve mete y saca, cada vez entrando con mayor agresividad.
—Puedes clavármela hasta lo más hondo... Estoy preparada para tu ataque final...
Por mi parte continuaba bombeando sin parar. Llegó el momento en que algo me lo impedía. Embestí con más fuerza. Y mi picha se clavó hasta los cojones. Mi prima dio un grito y clavó sus uñas en mi espalda y dijo:
—¡Por fin está toda dentro de mí... No te quedes quieto...! El dolor ha sido pequeño.
Seguí disfrutando de tan ricas carnes, porque la «cojita» agitaba el culo de una forma maravillosa. Nuestros pubis se rozaban cada vez con más fuerza. Yo chupaba sus pezones, aunque más bien me los comía. Las acciones eran por momentos más aceleradas. Los suspiros y jadeos cobraban mayor intensidad. Yo estaba a punto de correrme. Perdí el control hasta el punto de que le mordí una teta.
En el instante que la disparé mi leche, Tere aceleró la marcha y de su boca salieron fuertes gemidos. La llené con mis jugos. Luego nos quedamos quietos. Extraje mi capullo algo manchado de sangre y semen. Al mismo tiempo, de su coño escurrían unas gotas teñidas de rojo.
En seguida dejamos la cama para no manchar las sábanas. Después cenamos. Le pregunté si le había hecho daño y qué impresión tenía de nuestra primera follada. Me contó que sólo al producirse la rotura del hímen notó que algo se desgarraba en su interior. Sin embargo, casi en el acto empezó a gozar tanto que lo olvidó.
—Ahora me encuentro bastante bien, pese a que continúo teniendo la sensación de que el cipote sigue en el interior de mi coño. ¡Te has portado maravillosamente!
Comentamos las diferentes formas de hacer el amor. De pronto me preguntó:
—¿Alguna vez ha sodomizado a una mujer?
—Sí, a varias. Muchas lo prefieren para evitar las complicaciones del embarazo.
—¿Y a ti te gusta «dar por el culo»? ¿Qué se siente? ¿Qué prefieres más, meterla por el coño o por el ano?
—En lo sexual no tengo una preferencia en especial. Claro que la sodomización la considero algo singular. El trasero femenino me atrae en gran manera.
—Pero, querido Luis, ¿cómo es posible que un cipote de tus dimensiones pueda entrar en un orificio tan estrecho como el de mi culo... si ya dos dedos tuyos me han hecho daño?
—Tere, en el momento que lo desees podemos hacer la prueba. Prometo que no te haré daño. En caso de que te encontraras incómoda, lo dejaríamos.
—Ya veo que te has empalmado —comentó cogiéndomela—. Se entiende que necesitas muy poco para ponerte en forma.
En el momento que Tere salió del cuarto de baño y regresó al dormitorio, me encontró tumbado en la cama. Olía a perfume y a jabón. Empezamos a besarnos. Pronto nos pusimos cachondos. Ella se dedicó a lamerme las tetillas; luego fue bajando hasta llegar a mi picha. Entonces la sugerí que se colocara en la posición del sesenta y nueve.
Colocó la hermosa oferta de su coño y de su culo al alcance de mi boca, y mis genitales quedaron a la altura de la suya. Así dimos comienzo a la diversión más excitante: lamiendo, chupando, sorbiendo y mordiendo.
Perforé con mi lengua hasta llegar a su esfínter. Permanecimos de esta manera mucho rato, hasta que advertí que mi prima se iba a correr por las contracciones de sus galerías anales.
—¡Chupa con fuerza, cariño, que voy a eyacular! —le pedí, casi en un grito de felicidad.
—¡Oh, tienes una picha muy rica... y una lengua que consigue maravillas! —exclamó ella.
Yo continuaba titilando su clítoris y metiéndole un dedo en el esfínter. De esta manera llegamos a la cima de aquel juego sexual. Cuyo premio fue que le llenase la boca de semen. Y esto nos permitió llegar a la sodomización. Me supuso una verdadera hazaña debido al estrechamiento de su orificio culero. Lo pasamos de maravilla.
Mantuvimos esta relación por espacio de año y medio. Nos veíamos varios días a la semana y todos los sábados y domingos. Ya fuera en su casa o en el exterior: íbamos de excursión o a algún hotel. Terminamos cuando tere se puso en relaciones con un joven de 30 años. Y terminó casándose con él. Ahora son muy felices.
Un mes antes de la boda los dos estuvimos jodiendo, aunque más espaciadamente. Sentí mucho el hecho de perderla. Y ésta es mi gran aventura con mi prima, «la cojita», a la que hice muy feliz. Y me correspondió ella de la misma manera.
ALBERTO - SEVILLA
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