Mira cómo me chorrea, Julio

Después de leer en su estupenda colección de relatos de incesto, les voy a relatar el mío, que me gustaría verlo publicado en vuestra web.

Hace un año me operaron. Mi hermana Mary, con la que siempre he tenido buenas relaciones y nos hemos querido mucho, me acompañó todas las tardes mientras estuve en la clínica, y varias noches para hacerme compañía, alternando con mi mujer.

Una vez en casa seguía viniendo todas las tardes para distraerme. Habían transcurridos unos cuatro meses desde mi operación. Yo ya me encontraba bien, cuando un día, me confesó que desde que la operaron a ella hacía más de dos años no tenía relaciones sexuales con su marido (he de indicar que ella tiene 55 años y yo 58), pero tanto ella como yo, no lo representábamos, además es una estupenda mujer de 1,70 de altura, muy atractiva, estupendo cuerpo, alegre y cariñosa.

En la operación la estirparon un tumor que resultó ser benigno. La hicieron análisis para ver si era canceroso y salió negativo. Mi hermana sospecha que su marido le cogió miedo y asco a hacer el amor con ella. La cosa es que salió de la clínica y a partir de ese momento ya no duermen juntos. Desde entonces ni la ha tocado ni besado. Por lo demás la vida sigue normal. El es amable pero de ahí no pasa, ella sufre mucho y más desde que se enteró de que tiene una querida.

El no pasa una noche fuera de casa eso sí. Por el día no la ve más que a las horas de comer, cenar y dormir.

Según me dijo ella, echaba mucho en falta la relación sexual, porque es muy ardiente. Recuerda los días y las noches de amor y placer pasados, sin ninguna traba, habiendo probado todo lo que una pareja puede hacer para gozar.

—Comprenderás hermano que a mi edad —me decía— echo mucho de menos el contacto sexual. Aún soy joven y tengo que recurrir a la masturbación.

—Pues querida Mary, a mí me pasa algo parecido, desde hace un año no hago el amor con mi mujer debido a su enfermedad y tengo que recurrir a la masturbación en espera de que mi mujer mejore y podamos reanudar nuestras relaciones amorosas. Ahora dormimos separados, espero que pronto podamos hacerlo y volver a disfrutar como antes. Por eso con cualquier cosa se me pone el pene como un pino. Solamente con la conversación que llevamos, ya lo tengo tieso. Cuando entro en páginas como milrelatos,  me la pelo mucho.

—A mi me pasa lo mismo — dijo ella—. Ahora tengo la braga mojada porque el coño me chorrea. Me gustaría que lo vieses Julio.

—Pues a mí me gustaría verlo.

—¿De verdad te gustaría?

—De verdad. Estoy deseando comprobar lo que dices.

—Pues lo vas a ver ahora mismo —dijo Mary.

Se subió la falda, se quitó la braga y con las manos se separó los labios de su coño diciendo:

—Míralo ¿ves cómo está mojado?

—¿Puedo tocarlo para apreciarlo mejor? —la pregunté.

—Sí tócalo. Verás, verás cómo me escurro.

Acerqué mis dedos a su abierto coño y acaricié sus gruesos labios. Mary dio un suspiro.

—¿Notas lo mojada que estoy?

—Sí, —contesté—. Está muy caldoso.

—Prueba más adentro, verás como lo tengo llenos de jugos.

Dos de mis dedos entraron dentro de su chocho. Mary dio un respingo.

—¡Ay, qué gusto me da. Estoy muy mojada! ¡Ay Julio qué gusto me das ahí, sigue, qué bien, qué bueno!

—¿Me lo dejas probar Mary?

—Si te apetece, por mí encantada.

Cogí un cojín del sofá donde estaba sentada, lo eché al suelo, me puse de rodillas sobre él, me amorré en su coño y empecé a besarle y lamerle los labios de su chocho. Ella al notarlo dio un respingo, se quitó los zapatos, puso los pies sobre el sofá, se escurrió hasta el borde, separó las piernas dejando su chocho y su culo a mi entera disposición, me puso las manos en la cabeza acariciándola diciendo:

—Es todo tuyo, cariño, todo tuyo. ¡Ay qué bueno! Cuánto te quiero Julio.

Yo empecé a lamerle a todo lo largo de su raja cular desde el chorreante chocho al agujero del culo hurgando en uno y otro sitio con mi lengua. Mary se estremeció y apretó mi cabeza contra su coño peludo.

—Así cariño, sigue, que bueno eres, cuánto placer estás dando a tu hermanita, cómete mi coño y mi ojete, así, así, ¡ooh! Qué bueno, chupa, chupa, cariño, chúpame la peladilla, ahí, ahí, cómetela, y mi ojete, así... ¡Cómo me gusta cariño, cómo me corro. Lame ahí, ahí... Cómetela.

Mary agitó su culo. Se movía sin cesar apretándolo. Su chocho se llenó de jugos, se agitó todo su cuerpo y un fuerte ¡Ay que me corro! salió de su boca. Después se quedó quieta.

—Basta cariño, me has hecho la mujer más feliz del mundo, gracias, hermano he gozado como hacía tiempo que no lo hacía, digo mal, como nunca había gozado. Ahora te toca a ti. Ven échate en el sofá.

Me quité el pantalón y el calzoncillo. Al quedar libre mi cipote tieso y desafiante ante ella, se quedó mirándolo y cogiéndolo con sus manos exclamó:

—¡Qué hermosura! ¡Vaya cipote que tienes! Es una maravilla. Qué largo y qué gordo, esto si que es una buena picha, no la que tenía yo en casa, que sólo medía 14 cm. Esto debe medir cerca de los 20 cm.

—Sólo 18 cm, Mary.

—Pero es muy gorda, tiene todo el capullo fuera. Ven échate tengo ganas de probar tu gordo chupachús.

Me tumbé en el sofá. Ella se puso de rodillas y empezó a chupar mi capullo que se estremeció de gusto.

—No te muevas Julio, voy a probar hasta dónde me puedo tragar tan rico chupón.

Empezó a tragar poco a poco mi cipote, le llegó hasta la garganta, después se lo sacó y dijo:

—Mira todo esto me he tragado, aún me falta un poco, pero he de lograr tragarme toda tu picha, aunque me la tenga que meter dentro de la garganta, poco a poco he de lograrlo, ya lo verás.

—Como quieras Mary pero ahora chúpame lo que puedas, lo necesito.

Empezó a chupar primero el capullo, luego se tragó un buen trozo de mi picha, apretó los labios, empezó un sube y baja que me hacía ver el Paraíso. Al masajearme mis huevos con verdadera maestría, empecé a gozar, como hacía tiempo no gozaba. ¡Qué manera de chupar y mamar mi picha, jamás me la habían chupado tan bien. Ni mi mujer que lo hacía estupendamente.

Pronto empecé a estremecerme de gusto. Temblaba todo mi cuerpo. Empecé a dar embestidas. Gracias a que Mary me tenía sujeto el cipote con una mano si no, se lo hubiese clavado en la garganta.

—¡Ay, Mary, chupa, chupa así, que me corro, yaaa.

—Mi picha empezó a agitarse dentro de la boca de Mary, mientras lanzaba manadas de leche que llenaban su boca, mientras yo apretaba la cabeza de Mary contra mi polla. Al fin me quedé quieto. Ella siguió chupando. Luego se incorporó. Me besó diciendo:

—Qué ¿has gozado mucho? ¿Te lo he hecho bien?

—Si Mary. Es la mamada mejor y que más he disfrutado en mi vida.

Mary se sentó en el sofá junto a mí.

—Hermanita, te voy a contar un secreto que he guardado hasta hoy. Has de saber que yo te he querido siempre y te he deseado. Tendría 16 o 17 años cuando yo ya espiaba todos tus movimientos.

En el baño hice un pequeño agujero en la puerta, pero como estaba cerca de la cocina, me era muy difícil verte por allí, pues siempre había alguien cerca, pero varias veces pude verte desnuda, sentada en el váter o en el bidet lavándote el coño y el culo.

En el tabique de tu cuarto había otro pequeño agujero desde el que muchas veces te vi desnuda, con tus tiesas tetas al aire, tu peludo coño y tu provocativo culo con su excitante raja. Cuando te agachabas podía ver la raja de tu chocho y el agujero cular. Lo pasaba en grande, cuando te mirabas en el espejo del armario te acariciabas las tetas o el coño. Algunas veces te lo peinabas, me ponía tan cachondo, y la picha tan tiesa, que me tenía que hacer varias pajas en la cama hasta que me dormía. Así que cuando me preguntabas cosas sobre el sexo a las que yo contestaba con naturalidad, más por lo que había leído o me habían contado. Me entraban ganas de abrazarte, de besarte y por las noches entrar en tu habitación para suplicarte me dejases contemplar tu cuerpo desnudo, para besarte y lamerte por todo el cuerpo. Así que este es mi gran secreto y mi deseo, que por fin, lo he logrado. Gracias Mary, me has hecho muy feliz.

—También yo, querido Julio me voy a sincerar contigo. En mi juventud, como te pasaba a ti, también yo sentía deseos de estar contigo. Me atraías mucho y te quería. Tenía gran confianza en ti.

Cuando me llevabas a bailar, me gustaba apretarme contra ti. Sentirme abrazada, rozar mis tetas contra tu pecho, sentir tu verga entre mis muslos, eso me ponía tan cachonda que por las noches al recordarlo me hacía muchas pajas. Eso y una pequeña novela que encontré en un viejo abrigo tuyo, que trataba de las aventuras de un joven y su hermana y con una tía que vivía con ellos, hacían cosas que entonces me parecieron algo raras.

Los dibujos representaban posturas que me excitaban mucho. Eran cosas que hacían los dos hermanos y su tía. A mi me parecía mentira que todo aquello pudieran hacerlo las personas. Por eso a veces te hacía ciertas preguntas. En más de una ocasión estuve a punto de decirte que hicieses las cosas que decía la novela. Así es que si algo me llegas a insinuar hubiese sido tuya hace mucho tiempo.

—La novela que dices, te la puse yo a ver cómo reaccionabas y me preguntabas si era mía, y entonces yo tener un pretexto para proponerte hacer varias de las cosas que en ella decía y no significaban riesgo.

Mientras hablábamos no dejamos de acariciarnos. Estábamos solos en la casa. Mi mujer estaba en la peluquería y hasta lo menos las 8 no regresaría, así que teníamos la tarde libre. Con nuestros respectivos relatos y el sobo que nos estábamos dando yo tenía la picha tiesa y Mary tenía el chocho y el agujero cular como un flan de blandos.

Mary se levantó del sofá, se agachó apoyando la cabeza en el asiento de un sillón, con todo su culazo al aire y me dijo:

—Si te apetecen, ahí los tienes a tu entera disposición los túneles, métela por el que te apetezca, los dos están muy calientes y cachondos.

Se puso una mano en cada nalga diciendo:

—Míralos bien, los dos están hambrientos, dales de comer lo necesitan. Riégalos bien para que no se marchiten, ya que fuimos tan tontos en nuestra juventud, vamos a desquitarnos ahora.

Yo me puse detrás de ella, la di un beso en cada nalga, cogí mi picha, la pasé varias veces de arriba abajo por su raja cular rozando y frotando mi verga por los dos hambrientos agujeros. Me decidí por la almeja. Embestí y clavé un buen trozo de mi verga. Inicié un mete saca metiendo cada vez más dentro mi cipote.

Se notaba que hacía tiempo que nadie visitaba el interior de esa gruta, pues a pesar de lo bien regado que estaba con los jugos de ella y mi saliva, a medida que entraba mi picha, más tenía que empujar para que entrara. Al fin embestí con fuerza y se la clavé toda. Suspiré profundamente. Inicié un suave bombeo, le dije a Mary.

—Casi me ha dado la impresión de que te estaba desvirgando, cuando te la metía, por lo estrecho que tienes el interior de tu chocho. ¡Qué bueno está, que bien se ajusta tu coño a mi picha! Esto parece una inauguración. Hermanita tienes un chocho de maravilla, muévete ¡qué gusto!

—Sí cariño ¿te gusta así?

—A mí también me dio la impresión de que me desvirgaban por segunda vez, pero como no me hacía daño he disfrutado un montón. De lo estrecho no te debe extrañar, hace más de dos años que nadie más que mis dedos han entrado por ahí, y anteriormente lo que entraba era bastante más corto y delgado que el que tengo dentro ahora. Así que cuando metías tu cipote y me rozaba el clítoris y las paredes de mi chocho me daba un gusto que jamás sentí hasta ahora.

¡Ay, gozo como nunca! ¡Oh, oooh! Hermano cómo disfruto. Me siento llena.

Su culo se movía sin cesar hasta que un largo estremecimiento la hizo agitar todo el cuerpo.

—Julio ¡cuánto he disfrutado!

Yo no me había corrido, así que saqué la picha de su coño, se la coloqué a la entrada de su ano, embestí con decisión y ganas. Como el ano estaba muy blando por la lamida y mi cipote, embadurnado con los jugos de ella, su esfínter no puso resistencia, se abrió para dar paso a un buen trozo de picha.

—¡Ay! pero ¿qué me haces, cariño? —dijo Mary.

—Pues ya lo ves, darte por el culo, no he podido resistir la tentación, —dije yo—. Muévete, así entra mejor. Toma hermanita toma cipote, ¡oooh!, cómo entra. Qué caliente tienes el horno y que bueno y rico tienes el culo, ya tienes el cipote dentro. Mueve tu culo Mary, así, así, así, acelera el mete saca.

Las piernas me temblaban. Me agarré a sus caderas, mi picha se agitó dentro del culo de Mary. Empezó a lanzar chorros de leche hasta quedar agotado, encima de ella.

—Cómo siento tu picha dentro de mí, que suave y que gusto me da, sigue, sigue, tócame el chocho y la peladilla, así, ¡oooh! Qué bien me enculas ¡me corro! ¡yaaa...!

Terminada la enculada quedamos cansados pero satisfechos, nos lavamos. Como era tarde y mi mujer estaba a punto de llegar de la peluquería, dimos por terminada la sesión, pero acordamos repetir a la tarde siguiente en su casa.

Al día siguiente acudí a su casa a las 5 de la tarde y me marcharía a las 9. Fue una tarde completa. Nada más llegar pasamos a su habitación y nos desnudamos. Ella poco tuvo que quitarse, sólo llevaba la bata y un negro conjunto de braga y ajustador. Estaba estupenda. La quité las dos prendas y caímos en la cama abrazados. Ella se puso encima de mí con su culo junto a mi boca.

Iniciamos un 69 estupendo. Mientras yo disfrutaba chupando su rica peladilla, por cierto la tenía muy desarrollada, era mucho mayor que la de mi mujer. Disfrutamos un buen rato hasta que nos corrimos. ¡Qué bien jodía mi hermana! Fue una tarde completa. Desde ese día nos vemos dos veces por semana. Es maravilloso el amor entre hermanos.

MARY Y JULIO - JAÉN


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