Baño al aire libre
Siempre me había gustado bañarme al aire libre, especialmente junto a mi prima Rosita. Lo consideraba como una especie de rito pagano, con eso de enjabonarnos mutuamente y, luego, echarnos el agua con las manos. Porque las dos nos encontrábamos en un gigantesco barreño de aluminio, a salvo de las miradas de los vecinos por las altas paredes del patio.
Es una práctica que las dos buscábamos con frecuencia nada más que llegaban los calores del verano. Tal vez fuera una afición sáfica, porque no nos ahorrábamos las caricias buco genitales y el sobeteo de las tetas. Nuestros pezones se transformaban en una especie de «barómetros» de la excitación.
Con las manos escarbábamos lujuriosamente, con esa malicia de las mujeres jóvenes que no pueden poner freno a sus acciones. Hasta que Rosita, como hizo aquella mañana, se ponía de pie en el barreño, mojada y con el adorno caprichoso de la espuma de jabón y me pedía:
—¡Cómeme el coño, amor!
Yo lo estaba deseando, y lo hubiese realizado aunque no me lo hubiese solicitado. En aquel instante, encajé mi boca en sus labios genitales, los abrí con cierta precipitación y busqué el clítoris... De pronto, un gran chorro de caldos llegó a mi garganta, parte era agua. Lo absorbí en una convulsión, que me obligó a reaccionar egoístamente. Porque llevé una mano a mi propio coño, necesitada de la masturbación más que la propia vida...
Sin embargo, como era tanta nuestra calentura, no caímos en la cuenta de que no nos hallábamos solas. En casa solía entrar Mariano, el ayudante de mi padre. Tenía llave; pero llevaba varias semanas sin verle y yo me había olvidado de él...
-¡Sois tremendas...! ¡Cómo me estáis poniendo...! - exclamó, sin poder contenerse.
Las dos nos dimos la vuelta muy cabreadas, pero cambiamos de talante al ver su polla enrabietada. Rosita corrió hasta él y le bajó los pantalones, para apresarle con mayor facilidad aquella estaca. Se la metió en la boca con tanto ímpetu, que a él le obligó a retroceder hasta que cayó en un sillón de mimbre.
Como mi prima siguió entregada a esta tarea, arrodillada en la hierba, ¡me ofreció su chumino en primerísimo plano!. Me lancé a por este trofeo con una glotonería distinta, al ser provocada por una cierta envidia.
Allí no hizo falta que escucháramos la respuesta de Mariano. Yo había metido dos dedos en el coño de mi prima. Con tanta habilidad que ella tuvo que elevar las piernas sin dejar de jadear. Momento en el que yo pude titilar su clítoris...
El chumino de Rosita me embriagaba. Lo recorrí con los dedos índice y corazón y, riendo, chapoteé con ellos en la entrada vaginal tan llenita de caldos. Las risas y los gemidos cachondos de mi prima saludaron mi iniciativa. Por esta causa sentí en mi coño los ataques violentos de un clítoris encabritado, al que debía dar salida de inmediato. Me puse de pie y sólo tuve que colocarme a la derecha de mi prima; pero fue ésta la que me introdujo la boca y comenzó a titilar el mío.
—¡Ha entrado en acción, Mariano! —exclamó, riendo— ¡Cómo se agita el chichi!
Hablaba con conocimiento de causa, ya que estaba acariciando de nuevo mi gruesa vulva desde un plano bajo. Mientras, el ayudante de mi padre cada vez se estaba poniendo más burro.
Esto hizo que yo demostrase que era algo especial mamando pollas, porque sabía dedicar el mismo tiempo al glande que al tallo, con unas combinaciones de lamidas, mamadas y absorciones; además, procuraba que mis manos no permanecieran quietas; magreé los cojones, enredé mis dedos en la pelambrera púbica y, cuando estimé que el tío se hallaba bien caliente, dediqué a pasear las yemas de mis dedos más inquietos por las proximidades del culo... ¡Hasta que le metí el más largo de todos en el agujero!.
—¿Qué... pretendes, diablesa...? —preguntó Mariano, luego de tener que respirar bien hondo para encontrar el aire suficiente que lo permitiese pronunciar las palabras.
—¡Destrozarte vivo... Vas a creer que has vuelto a caer por aquel terraplén, pero sin coche! —bromeé, mirándole con la boca entreabierta y con una lengua poblada de gotitas de saliva—. Para no haber utilizado un pijo en este último año, ¿sabes que el tuyo posee un gustirrinín divino?
Si los nais, comentarios lujuriosos de Rosita a Mariano le pusieron cachondísimo, a mi prima no le dejaron menos hirviente. Ya que se lanzó a por la verga, queriendo estrujarla y darle unos besitos. Pero, la verdad, tenía más interés por el chichi de su prima... ¿Y quién no?
Yo era una gatita provocadora, con unos labios vaginales que llamaban utilizando sus palpitaciones y el aroma que emanaban. Por no mencionar los caldos que seguían destilando, en forma de unas perlas espesas y deslizantes.
El ayudante de mi padre se dejó caer en un sillón de mimbre, con la verga apuntando hacia el cielo. Le dolían los huevos, y a calmárselos acudimos las dos hembras. Yo me quedé mirándole y, luego de soltar un gritito de admiración, comenté con un cierto recochineo:
—Si la tienes ahora así, ¿qué tranca ofrecería a su esposa la noche de boda, Rosita? ¡Parece un monumento de esos que ponían los antiguos en los caminos para alejar a los malos espíritus!
La punta de su glande ya era un diamante dispuesto a cortar cualquier tipo de membrana, y hasta el cristal del aire. Me agarró a mí por las tetas, me alzó en busca de una vertical muy breve y, en el acto, me colocó sobre su polla. Pero con las piernas formando un arco a ambos lados de las suyas. Así se propuso trajinarme. Sin importarle lo empapada que yo pudiera estar.
—¡Un momento. —nos pidió Rosita— Antes a mí me gustaría satisfacer una necesidad.
Lo hizo desplazándome a mí, para ser ella la que se metiera la verga en la boca. Con tanta agresividad que Mariano debió colocarse de pie y acariciarle el cabello, excitadísimo.
Rosita le puso tanto entusiasmo a la mamada, que no me importó que se hubieran olvidado un poco de mí. También se alejaron del barreño, y ocuparon el sillón de mimbre; mientras, ella se mostraba muy agresiva: con un pie apoyado en el posa brazos del asiento y con la mano descansando en una de las piernas masculinas, buscó y obtuvo una palanca para seguir mamándosela desde arriba, igual que si se propusiera que la follara en la misma boca.
—¡Lo quieres todo en esta primera sesión sexual, Rosita!.
—reconoció Mariano, muy satisfecho—. ¡Pues vas a recibirlo a manos llenas! Ángela ha tenido la delicadeza de dejarte el terreno libre, aunque no creo que tarde en echarse sobre nosotros... ¡Menuda fiera!
Tomó a mi prima por los hombros y consiguió convencerle de que debía aceptar aquella posición. Luego, la dejó caer sobre la hierba muy cerca de una barbacoa apagada, y allí le hincó la picha en el centro del coño.
Las valvas de Rosita se cerraron con desesperación, hambrientas, y a él le entró toda. En un tremendo deslizamiento, que debió traerle el recuerdo de pasadas hazañas. Lentamente, fue consiguiendo que ella se beneficiara de la mejor posición: cabalgándole desde arriba y dándole la espalda.
Entonces intervine yo que, en lugar de hacer un comentario, me fui a por las tetas de mi prima. Las tetas de Rosita nunca habían sido espectaculares; pero ofrecían una belleza y una sensibilidad merecedoras de todo tipo de prestaciones eróticas, algo a lo que me entregué, con tanta eficacia que las vibraciones del cuerpo sometido repercutieron en su chumino. Prensó el glande del ayudante de mi padre, igual que si pretendiera exprimirlo, y le vimos dar unas boqueadas al sentir que sus cojones estaban hirviendo todo el esperma almacenado. Las consecuencias fueron inmediatas...
Eyaculó dando saltos sobre su trasero y cogiendo a mi prima por la cintura, con tanto ímpetu que yo debí hacerme a un lado. Para convertirme de nuevo en espectadora del acontecimiento. Me relamí y, después, grité:
—¡Muerte súbita, Mariano! ¡¡Qué bestialidad... Te ha salido hasta el clavo de platino que te pusieron en la rodilla después del accidente de coche!! ¡¡Pero no hay duda de que de ésta resucitarás!!
Acto seguido, aprovechando una momentánea retirada del vecino, yo me entregué a magrear y a besar a mi prima. Soy de las bisexuales que no desaprovechan ninguna ocasión.
En vista de mi comportamiento, a Mariano le tocó acelerar su recuperación. Cosa de lo más fácil al disponer de unos estímulos tan incendiarios.
Me atacó a mí por la retaguardia cuando Rosita me estaba besando. Después, me colocó en el sillón y en otras zonas altas, para que se la chupara.
Acto seguido, me la clavó en el culo a cipotazo limpio; mientras, yo le comía el chumino a mi prima. Compusimos otras combinaciones de triángulos sin que ninguno perdiéramos comba.
Es posible que Mariano se lo debiera a su exhibición de poderío fálico, el hecho fue que las dos mujeres nos dedicamos a mamársela. De mí recibió el obsequio de llegar a aposentarse en mi garganta con la totalidad de su glande... ¡Vaya tía soy tragándome pichas! Pero es que encima se la hice sentir perfectamente alojada, empapada y laminada.
Un obsequio que mereció que él se fuera en busca de mis tetas, en las que introdujo todo el cipote. Con el remate de que prima se la lamió y, poco más tarde, se dedicó a sorber el esperma, que en aquella ocasión brotó más calmosamente...
No faltó el estallido de la eyaculación, pero sin el reventón y la violencia de la primera vez, que supuso el descorche de una botella que llevaba algún tiempo sin ser abierta el gran goce sexual. Lo que sí ocurrió fue que soltó una gran cantidad de leche. Tanta para llenarnos la cara a las dos mujeres... ¡El mejor cierre para un baño al aire libre!
ÁNGELA - BARCELONA
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